REFLEXIÓN PARA DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (Jon 3,1-5.10; Sal 24; 1Cor 7,29-31; Mc 1,14-20)

Uno de los verbos que se utiliza para hablar de la resurrección de Jesús es el de levantarse (de la muerte). Se recoge en él, de forma metafórica, la disposición para incorporarse a la vida cada mañana; la fuerza con la que superamos el abatimiento, las caídas, la pereza; el respeto y la dignidad con la que nos presentamos ante los otros. Los evangelios lo ponen en boca de Jesús cuando devuelve a la vida a la hija de Jairo y al hijo de la viuda de Naím. Y finalmente como acción que recibe Cristo muerto del mismo Dios. Hoy escuchamos la llamada a los discípulos con el eco de la llamada a Jonás en la que se utiliza este verbo: “Levántate”. Para invitar luego, tanto a los discípulos como a él, a entrar en la gran ciudad con la palabra de Dios que llama a conversión. Hoy me parece especialmente importante escuchar la llamada de Jesús bajo el eco de la historia de Jonás. Porque a Jonás no le bastó con predicar las verdades que traía de Dios, necesitó además pasar por un estado de conver