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Mostrando entradas de diciembre, 2021

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS (CICLO C) (Núm 6, 22-27; Sal 66; Gál 4, 4-7; Lc 2, 16-21)

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Cuando San Pablo bajó a Belén como los pastores, como los creyentes de todos los tiempos, para contemplar lo que había oído, también él volvió contando lo que había escuchado en su corazón: “Ya no era esclavo de la ley”. Curiosa reflexión la que ofrece a los gálatas después de haberla guardado meditativamente en su corazón como María. ¿Qué les estaba diciendo? Todos vivimos sujetos a la ley, a leyes-plantillas por las cuales nos reconocemos como dignos de nuestro ser, de la vida social o de la vida ante el Señor. A veces estas leyes son preceptos dados por el mismo Dios, otras los hemos creado los hombres, pero finalmente parecen terminar estrechando nuestra vida porque las vivimos como un juicio de valor: Si cumples vales, si no no. Y terminamos o bien mirando a los demás por encima del hombro o despreciándonos a nosotros mismos.   Pero Pablo “vio y creyó”. Vio en ese niño al Hijo de Dios que se presentaba entre los que estaban fuera de la ley y los acogía en torno a sí, como hacía

NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR. Ciclo C (Is 9, 1-6; Sal 95, 1-3.11-13; Tito 2, 11-14; Lc 2, 1-14)

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LUCÍA. UNA HISTORIA DE ADVIENTO (y 6) Desde aquel día en que Lucía había decidido no encender una luz artificial para acercarse a Dios y dejar que fuera Dios mismo quien se dijera en medio de la oscuridad, todo había cambiado mucho. A medida que había abierto hueco en el espacio oscuro de su interior, primero con miedo y luego con algo más de confianza, la luz había ido apropiándose de ella y se encontraba más llena. Pero, ¿llena de qué? Ella misma no sabía que responder muy bien, pero lo cierto es que sentía una fecundidad naciente que nunca se agotaba y que atraía a muchos. De hecho, en su portal siembre había alguien, impregnado de oscuridad, que llegaba atraído por un rumor de luz que se extendía por el barrio. Y todos hablaban de ella como una luz guía que daba algo que no se podía explicar y que hacía nacer algo que todos descubrían que llevaban dentro. De esta manera Lucía se hizo más famosa que Juana que la miraba admirada y alegre de que los caminos de muchos, junto a aque

IV DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C. (Miqueas 5, 1-4a; Sal 79, 2ac.3b.15-16.18-19; Heb 10, 5-10; Lc 1, 39-45)

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LUCÍA. UNA HISTORIA DE ADVIENTO (5) “Cuanto más vieja, más pelleja”. Pocas veces le había impresionado más esta expresión que cuando al salir de casa Lucía se la oyó gritar a uno de entre un grupo de hombres al ver pasar a Mabel, una prostituta sucia y entrada en años que ahora vivía en una casa abandonada llena de mugre y de indiferencia. La frase había terminado entre las risas de los oyentes, mientras aquella mujer seguía su camino, absorta en un mundo desconocido que ahora la habitaba y nadie conocía. Su vida se había gastado en nada, perdida entre el deseo y el desprecio de los hombres. Lucía no pudo evitar recordar el canto ‘I dreamed a Dream’ de Fantine en el musical  Los miserables . Ella creía que le había conmovido, pero no era así, seguía sin acercarse a Fantine, a Mabel, que seguía sin ver cómo nadie se acercaba a ella.   Entonces, como en un acto reflejo, volvió a casa, sacó un bote con caldo que tenía en la nevera, y después de calentarlo lo pasó a un termo y con dos

III DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C. (Sof 3, 14-18a; Salmo: Is 12, 2-6; Filp 4, 4-7; Lc 3, 10-18)

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LUCÍA. UNA HISTORIA DE ADVIENTO (4)   Pasado un tiempo, Lucía empezó a notar que no era no era oro todo lo que relucía. Al principio no lo quería creer, pues lo encontrado era demasiado bueno como para dar un mal paso y perderlo. Pero era evidente que también allí, en ese hogar de vida, se tenían que levantar palabras contra la oscuridad que no querían dejar fuera los que allí llegaban. Alguna vez sufrió Lucía exigencias abusivas y tuvo que soportar malas formas, e incluso en una ocasión creyó sentir que la extorsionaban. En esas ocasiones buscaba aferrarse a Juana hasta que un día esta le dijo con una aparente displicencia que le dolió: “Suéltame, no soy tu flotador. Si ya has visto la luz, déjate quemar por el fuego”. Pero Lucía no entendió qué quería decirle y pasó un tiempo sin volver, defraudada y con el sentimiento de que la luz que había experimentado era solo una ilusión. Una tarde, mientras hablaba con algunos amigos, en una de esas conversaciones que entran en bucle y

¿Dónde está Dios?

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Realmente Dios no  está  en ninguna parte, porque no es una cosa que ocupe un lugar como sucede con todas las realidades del mundo. Dios más bien  es  en todo lugar y por eso su presencia solo se percibe al sentir el exceso que acompaña a la realidad. Sin esta conciencia de que la realidad es sobreabundante, las cosas nos encierran en su propia lógica, y el hombre termina por aceptar que no es más que un episodio procedente del movimiento causa-efecto de la materia o la energía .  Por otra parte, hay otro asombro que nace del exceso del sufrimiento y del mal y que llamamos escándalo. De este nace, casi involuntariamente, un grito de queja y una súplica a la que le es fácil percibir a Dios como en negativo, como un hueco vacío necesario de llenar. Si no existiera Dios, parece decir l a queja, debiera existir para poner orden y sanar tanto dolor. En la historia de la revelación Dios se deja ver siempre en acontecimientos históricos donde se muestra como una presencia de vida que hace q

FESTIVIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA (Gen 3,9-15.20; Sal 97,1-4; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1, 26-38)

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LUCÍA. UNA HISTORIA DE ADVIENTO (3) Un día encontró Lucía la casa de la fraternidad, lo hizo después de muchos encuentros con los que vivían en ella aun sin saberlo. Un lugar donde podía descansar acompañada, que la recogía como un regazo materno siempre preñado de vida por repartir; un lugar donde las puertas estaban abiertas y donde no había nada que robar porque todo estaba dado.    Nada diferenciaba ese lugar de otros, al menos por fuera. Incluso podía parecer un espacio menor porque no sobresalía en su entorno, más aún, si te descuidabas podías pasar de largo sin verlo. Como una ermita tragada por los rascacielos del lugar.   Cuando Lucía entró aquel día, una luz le atravesó el interior y le hizo sentir su pertenencia a los amados del Señor, de ese Señor que apenas se dejaba ver y que, aun así, ensanchaba la vida envolviéndolo todo con su gracia. Allí se reunían todos y allí todos parecían ventanas abiertas a la luz, inmaculados no por su historia, sino por un poder que los reenge

II DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C. (Ba 5, 1-9; Sal 125, 1-6; Filp 1, 4-6.8-11; Lc 3, 1-6)

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LUCÍA. UNA HISTORIA DE ADVIENTO (2) Y así fue como Lucía fue entrando cada día un poco más en la oscuridad con esa pequeña oración como compañera. Y, mientras atravesaba los miedos a la soledad y a la impotencia que allí surgían, se dio cuenta de que la vida empezaba a dejar de pesarle tanto y que la esperanza se iba adueñando de ella. Cuando salía a la luz del mundo no le daba, como antes, por quejarse de continuo y criticar lo mal que estaba todo, sino que, aun con dolor, aceptaba la realidad al tiempo que la presentaba a Dios con confianza. Y sintió que iba entrando en una fraternidad nueva, una fraternidad de hombres y mujeres invisibles para un mundo que se agarra al presente, pero que se le iba revelando como verdadera comunidad de vida. Juana mismamente, que vivía de un futuro de reconciliación, y por eso a los que se acercaban a ella con malas formas los envolvía con un bautismo de paz y de perdón. O a aquellos otros que en cualquier esquina hacían el camino de los demás más