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Mostrando entradas de marzo, 2023

DAR PALABRAS A LA VIDA

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Todas las sociedades han contado con narradores que pusieran palabras a las alegrías y angustias que vivían. Sin sus palabras las angustias se hacían opresivas y las alegrías parecen difuminarse. En este sentido dice Antonio Basanta en su libro  Leer contra la nada : “Más allá de las caricias, de los abrazos, de los besos necesitamos que nos digan con palabras que nos quieren. Más allá del grito, necesitamos palabras para nuestro dolor y nuestra pérdida. Más allá del llanto ansiamos palabras que nos alivien. Palabras que nos afirmen y nos impulsen. Que nos eleven y nos permitan poblar ese mismo aire en el que ellas habitaron durante milenios y milenios, guardadas generación tras generación solo en el cauce de la memoria y, por ello, tantas veces mudadas, tantas veces olvidadas, tantas veces perdidas hasta que la humanidad logró fijarlas para siempre y así hacerlas imperecederas”. Gracias pues a los narradores y gracias por las veces que sabemos escribir estas palabras unos y otros en

DOMINGO V DE CUARESMA. CICLO A (Ez 37, 12-14; Sal 129, 1-8; Rom 8, 8-11; Jn 11, 3-7.17.20-27.33-45)

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En la vida de todos hay zonas muertas, sombrías; zonas que continuamente bordeamos y que se han convertido en espacios robados a nuestra existencia. Agujeros negros que si nos acercamos parecen tragarlo todo. Por eso, habitualmente los cubrimos con una lápida que los esconde y nos esconde de ellos. No está mal hacerlo mientras no sepamos manejarlos, pues nos pueden destruir, pero alguna vez, el Señor de formas imprevistas nos invita a adentrarnos allí de su mano, con toda la fe que podamos reunir. Y a nosotros, que quisiéramos que él hubiera llegado antes y no hubiera dejado que esa muerte que llevamos dentro se hubiera producido, no nos da ninguna explicación, solo nos dice: “¿Tú crees?, pues vamos”. Lo hace con la promesa de que la vida futura abarcará ese espacio sanándolo. Que el futuro que Dios nos trae será más grande que cualquier desierto de muerte que nos habite. Y que, si creemos, su gloria se manifestará. Todo para que se manifieste su gloria, dice san Juan: la curac

DESPERTAR

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En una reclusión forzada por participar en un duelo ilegal, allá por el s. XVIII, Xavier de Maistre escribió  Viaje alrededor de mi habitación . En este relato nos describe lo que iba viendo sobre todo en su interior.   En un momento determinado escribe: “Cuando estoy en una de esas fiestas, en medio de esa multitud de hombres amables y dulces, que bailan, que cantan, que lloran por las tragedias […] me digo: ojalá en esta reunión distinguida entrase de repente un oso blanco, un filósofo, un tigre, o cualquier animal de esta clase, y que, subiendo por la orquesta, gritase con una voz salvaje: ¡Desgraciados humanos, escuchad la verdad que os habla por mi boca: estáis oprimidos, tiranizados, sois  desgraciados, os aburrís. ¡Salid de este letargo!”. Luego, el autor parece animar a la revolución, a la violencia, al caos. Y es que cuando abrimos la puerta a nuestro interior aparecen los demonios que nos habitan mucho antes de la paz que puede dominarlos. Por eso, por miedo, nos entreten

DOMINGO IV DE CUARESMA. CICLO A (Sam 16, 1-13a; Sal 22, 1-6; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41)

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Cuando se termina de leer el evangelio de hoy queda bien claro que no había un ciego, sino que en la escena no hay nadie que viera. Uno porque no podía, otros porque no sabían y otros porque no querían. En este sentido, el texto de la carta a los Efesios de la segunda lectura empieza recordándoles a los creyentes que antes de encontrar a Cristo vivían en las tinieblas, queriendo o no, sabiéndolo o no, pero así era, como comprendieron cuando les vistió Jesús, que me atrevería a decir (ya que lo dice el mimo evangelio) que viene a coincidir con la luz que aparece en el primer día de la creación destinada a iluminar y llenar de vida todo lo que aparezca en la creación y en la historia. Es entonces cuando el autor de esta carta pide a sus oyentes: Ahora, pues, “caminad como hijos de la luz”. Que desde el evangelio podría interpretarse como hijos de Jesús, recibiendo de él la forma de mirar que no condena como hacen los fariseos (del texto y de todos los tiempos y religiones); que no se pre

COMPASIÓN

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Algunos relatos están atravesados por una lectura particular que los ata y apenas los deja moverse en otras direcciones.  La leyenda del gran inquisidor , de Dostoievski, es uno de ellos. Allí están concentrada la descripción de todos los autoritarismos religiosos, sociales y políticos que buscan justificarse apelando a un bien superior o último. Sin embargo, todo el relato está enmarcado por algo mayor la denuncia literaria. “Él -se dice de Jesús antes de que el inquisidor lo mande detener- camina en silencio entre el pueblo con una dulce sonrisa de infinita compasión. Arde en su corazón el sol del Amor […] tiende hacia ellos los brazos, los bendice; del contacto con Él, hasta de sus vestidos, surge una fuerza salutífera”.  Al final del relato, cuando el inquisidor ha terminado su perorata autojustificativa se dice: “El prisionero se había limitado a escucharle atenta y mansamente […] de pronto sin decir una palabra, se le acerca y le besa dulcemente los exangües labios nonagenarios

DOMINGO III DE CUARESMA. CICLO A (Ex 17, 3-7; Sal 94, 1-9; Rom 5, 1-2.5-8; Jn 4, 5-42)

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Al comienzo del evangelio de hoy, una mujer con un cierto tono irónico le dice a Jesús: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (¿No decís que somos como herejes con los que no hay que relacionarse?)”. Juan juega con esta situación social para afirmar con la misma frase la sobreabundancia del amor de Jesús, que desborda las fronteras que marcamos los hombres en nuestras relaciones. Así la frase cambia de significado y afirma el deseo (la sed) de Jesús de encontrarse con todos para ofrecerles una vida nueva, renovadora. La frase pasa entonces de ser una ironía displicente a mostrar un asombro expectante, que guiará a la mujer hasta encontrar la verdadera fuente de la vida. Quizá el evangelio pueda hacernos pensar hasta qué punto los cristianos tenemos normalizada la presencia de Dios y de Jesús de forma que ya no nos sorprendemos de su amor gratuito, sobreabundante, ‘loco’ (decía Paul Evdokimov) por nosotros; capaz de abajarse hasta los espacios insanos y

INCONSISTENCIA

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No es extraño que alguna vez la realidad nos parezca insustancial, que sintamos su carácter efímero, inconsistente, que notemos que la nada se la va comiendo por dentro. En especial, cuando pasa por situaciones de sufrimiento, la vida tiende a reflejar su carácter hueco de sí misma. “Todo es vanidad”, decía el autor del Eclesiastés. Y esta insustancialidad, paradójicamente, la hace muy pesada de cargar. La novela  Liquidación , de Imre Kértesz. Se refiere esta situación cuando dice: “Últimamente […] la realidad se había convertido en un concepto problemático p Keserú o, cosa más grave, en un estado problemático. En un estado que carecía sobre todo de realidad. Cuando de algún modo lo obligaban a utilizar la palabra, Keserú siempre añadía en el acto: «La llamada realidad».   Y es entonces, en esa noche oscura, cuando se puede iluminar definitivamente con la vida de Dios que la acoge y eterniza en su frágil grandeza o ser tragada como por un agujero negro de antimateria. Aquí son los m

DOMINGO II DE CUARESMA. CICLO A (Gen 12, 1-4a; 3, 1-7; Sal 32, 4-5.18-19.20.22; Tim 1, 8b-10; Mt 17, 1-9)

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En el monte de la transfiguración, ante las palabras “Este es mi hijo, escuchadlo”, los discípulos “caen de bruces, llenos de espanto”. No se trata de la impresión de una presencia misteriosa y terrible que habla desde la nada, como cuando se tiene miedo de fantasmas y parece que se ven mover cosas… o de cosas por el estilo. Se trata, más bien, de la impresión que produce la presencia de Dios en la misma vida de Jesús que ha anunciado su pasión. Es esto lo que espanta, que Dios sea bendición justo allí donde no queremos ir, donde no queremos estar. Y lo paradójico es que este “allí” no es otro que la coincidencia con el amor de Dios pese a todo y frente a todo. Esto es lo que alumbra Jesús y lo que los hombres no sabemos vivir y nos espanta, siendo, sin embargo, lo único que nos puede salvar. Si nos fijamos en la primera lectura de hoy, podríamos traducir las palabras “Sal de tu tierra y de la casa paterna”, que Dios dirige a Abrán, de esta manera: “Sal de tu manera de ser, de lo que h

MÁS ALLÁ DEL DIOS SILVESTRE

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Dios aparece, incluso en los que no creen en él, como una idea dada. Todos tenemos una idea de quién es y cómo es. Esta idea inmediata nace en nosotros como un dios silvestre, sometido a las fuerzas imaginativas de nuestros sentimientos y de nuestros deseos. Y tanto unos como otros no son siempre y sin más acertados y buenos. Por eso, la imagen que desde ellos se forma no siempre define la verdadera sustancia de Dios. Demasiadas veces la imagen de Dios responde a nuestras maneras dominantes y excluyentes de ejercer el poder o a nuestros miedos a ser traídos y llevados sin respeto ni compasión por las fuerzas insensibles de la vida o las leyes arbitrarias de la naturaleza. ¡Qué terribles imágenes de Dios nacen al identificar estas realidades con su vida y su voluntad! Pero también, ¡cuántas imágenes blandas e insustanciales nos acompañan! Dios que siempre está ahí, espera, sin embargo, ser cultivado en nuestra vida para mostrarse tal cual es. Y el que nos ayuda a cultivarlo, a que tom