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Mostrando entradas de enero, 2023

LA FE Y LA RAZÓN

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El día sucede a la noche, una estación a otra, la vida está organizada por leyes que protegen su orden a la vez suscitan novedad. Así sucede en el macrocosmos y en el microcosmos. “Dios no juega a los dados”, decía Einstein, cuando crea el mundo. Nada es arbitrario, aunque todo posea su pequeño espacio de posibilidades inesperadas. Este orden interno hace que el mundo fluya al margen de la intencionalidad, como por sí mismo; por eso parece que Dios no es necesario; y por eso el hombre puede conocer las cosas y los procesos, y utilizar sus leyes en beneficio propio. Esta es la razón por la que puede haber ciencia, porque existe orden y racionalidad en el mundo; y esta racionalidad, pensamos nosotros, refleja la misma razón de Dios que no es caótica ni arbitraria, sino que además de amor posee razones. El recién fallecido Benedicto XVI se empeñaba con énfasis en hacer notar que la razón era un componente de la fe, que cuando la fe se deja solo en manos de las pasiones (o devociones)

LAMENTO

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En medio de la invasión de Ucrania por el ejército ruso con su rastro de destrucción, muerte y desplazamientos masivos, descubro unos textos de la  3ª Sinfonía  de Henryk Gorécki. El primero es un lamento medieval polaco en el que María, símbolo de la humanidad sufriente, dice así a su hijo muerto: “Mi querido hijo, mi predilecto, / comparte las heridas con tu madre./ Ya que he sido yo, querido hijo,/ quien te ha llevado en el corazón,/ y quien tan fielmente te ha servido./ Háblale a tu madre para hacerla feliz,/ pues ya me abandonas, dulce esperanza mía”. En el tercer y último movimiento de la sinfonía, el compositor utiliza un poema donde otra madre busca a su hijo asesinado en una insurrección: “Oh, piad para él,/ pajarillos cantores de Dios,/ porque su madre/ no puede hallarlo./ Y vosotras, florecillas de Dios,/ floreced a su alrededor,/ para que al menos mi hijo/ pueda disfrutar soñando”. La tristeza y el deseo de envolver al hijo en sonidos de vida y abrazarlo en una especie de

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Sof 2, 3; 3, 12-13; Sal 145, 7-10; 1Cor 1, 26-31; Mt 5, 5, 1-12a)

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Hay un presupuesto en todos los textos bíblicos que nuestra cultura ha olvidado sin darse cuenta. Y es que nuestra vida y la vida del mundo no camina sin destino. Por más que la física, la biología y la historia se encuentren muchas veces enredados en callejones sin salida, existe un designio, oculto desde la fundación del mundo, que acompaña cada paso y que tiene capacidad para suscitar nuevas posibilidades de vida cuando estas parecen haberse perdido del todo. Este designio, inscrito por Dios en su creación y sostenido por su Espíritu, ha sido expresado del todo en Cristo que se manifiesta así como Camino de vida para todos. Los que acogen las bienaventuranzas y viven de su aliento han comprendido a su lado que están abrazados por este plan de vida al que Dios es fiel y que, por tanto, sus pobrezas, sufrimientos y miserias no son la última palabra. Saben además de una esperanza que tiene fuerza para habitar los desiertos del mundo y de una fuerza de vida que no se deja contagiar

ANILLOS DE HUMO

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“¡Buenos días! -dijo Bilbo. […]  ¿Qué quieres decir? -preguntó Gandalf-. ¿Me deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? Todo eso a la vez -dijo Bilbo- […] Entonces, Bilbo se sentó en una silla junto a la puerta, cruzó las piernas y lanzó un hermoso anillo de humo gris que navegó por el aire sin romperse […] Muy bonito -dijo Gandalf. Pero esta mañana no tengo tiempo para anillos de humo. Busco a alguien como quien compartir una aventura que estoy planeando y es difícil dar con él. Pienso lo mismo… En estos lugares somos gente sencilla y tranquila y no estamos acostumbrados a las aventuras. ¡Cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la cena!” En esta escena inicial de El Hobbit , Tolkien retrata la necesidad de personas que estén dispuestas a arriesgar su propia comodidad para que el mundo no caiga en manos de los intereses más oscuros que nos habitan y de la desidia

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Is 8,23b-9,3; Sal 26,1.4.13-14; 1Cor 1, 10-13.17; Mt 4,12-23)

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Jesús comienza su ministerio diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Y aquí se concentra todo. El reino de Dios que Jesús anuncia es el reinado de Dios, el ejercicio supremo de su poder que eliminará todo lo que se oponga a que su designio de vida se instale en el mundo. Pero esta vez no será como en Egipto, cuando Israel creyó ver a Dios violentando a los egipcios para salvarles de la opresión. Un Dios que parecía utilizar el mismo poder de violencia que el hombre. No, ahora comienza una etapa nueva. Dios no se dejará identificar por las formas de los hombres. Se presentará como el Dios conocido de la justicia y, a la vez, como un Dios desconocido que renuncia al poder de la fuerza para imponerse. Por eso, al lado del anuncio de la llegada del Reinado de Dios aparece la llamada a la conversión.  Esta conversión supone aceptar que Dios no es como nosotros en la utilización de su fuerza. Porque su fuerza es solo la fuerza de la vida que no se deja contamina

LOBOS DISFRAZADOS

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“¿Está escrito en alguno de los libros que un lobo pueda mezclarse también entre las ovejas como para no ser reconocido ni por un cazador? […] Un lobo disfrazado -respondí- por principio exagera su disfraz. Y esta es la señal para nosotros: aquel que abrazó a nuestro Salvador, aquel que lo besó en la mejilla […] fue quien lo vendió por treinta monedas […] El diablo es astuto, mi señor, astuto y escurridizo, y nosotros los creyentes, somos ingenuos. Sin la gracia del cielo, todos y cada uno de nosotros seremos atrapados sin remedio en la red tendida a nuestros pasos”. Este diálogo pertenece a la novela Hasta la muerte de Amos Oz, que describe el viaje de unos cruzados que, respondiendo a una llamada de fe, avanzan hacia su destino dejando un rastro de destrucción en el que ellos mismos se autodestruyen. Podrían ponerse tantos ejemplos religiosos, sociales y políticos que muestran hasta qué punto los lobos están escondidos en nuestra misma piel de corderos, que no deja de ser asombr

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Is 49,3.5-6; Sal 39,2-10; 1Cor 1,1-3; Jn 1,29-34)

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“ El que me mandó a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo»”, se lee hoy en el evangelio. El bautismo es un signo de la intención del hombre de renovarse para vivir en un mundo justo. Todos poseemos este anhelo en nuestro interior. Todos buscamos, cuando no hemos sucumbido de una u otra forma al cinismo, alejarnos de nuestra peor versión y encontrar la mejor versión del mundo junto a los otros. Son muchos los esfuerzos de bautizar el mundo: esfuerzos educativos, esfuerzos sociales, esfuerzos políticos, esfuerzos económicos, etc. para cambiarlo; y de bautizarnos a nosotros mismos poniéndonos en manos de nuestra voluntad y nuestros buenos deseos o de la acción de algún hombre o mujer sabio o bueno. Podríamos decir que esta es nuestra misión. Hemos sido enviados a bautizar el mundo y hacerlo habitable, bueno, justo. Esto sería el bautismo con agua. Sin embargo, todos nuestros esfuerzos se topan,

VOLAR

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Cuando al fin Juan consiguió volar realmente y no solo sostenerse en el aire para descubrir y lanzarse a por la comida como las otras gaviotas, pensó: “Cuando sepan lo del Descubrimiento, se pondrán como locos de alegría. ¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, ¡hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres!”. Cuanta ingenuidad derrocha este sentimiento, cuanto habrá de aprender Juan Salvador Gaviota del apego que sentimos todos por lo fácil, lo de siempre, lo vulgar, incluso si sentimos nuestra vida gris y mediocre. La historia continúa más adelante diciendo: “Juan Gaviota pasó el resto de sus días solo, pero voló mucho más allá de los Lejanos Acantilados. Su único pesar no era su soledad, sino que las otras gaviotas se negasen a creer en la gloria que les esperaba al volar; que se negasen a abrir

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (Is 42,1-4.6-7; Sal 28, 1-10; Hch 10,34-38; Mt 3,13-17)

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Parece uno más en la fila. Uno de tantos, uno como nosotros que buscamos hacer el camino de la vida y vemos cómo el peso de la existencia y del mal que la envenena nos envuelve hasta dejarnos sin aliento por momentos. Parece uno más, aunque Juan sabe distinguirle. Ante él, Jesús manifiesta que así está bien, que así está dispuesto. Está dispuesto que atraviese esos caminos en los que el hombre no hace pie, que parecen tragarlo, que parecen arrojarlo a un futuro sin salida, como sintió el pueblo de Israel frente al mar Rojo. El Hijo, con su encarnación, entra en este bautismo que consiste en atravesar el mar tempestuoso de la vida sin perder las formas del bien con las que Dios nos pensó, sin dejar que el mal se nos pegue a la piel como una parte de nosotros mismos. Y lo consiguió, como hoy nos recuerda la predicación de Pedro en los Hechos de los Apóstoles. De esta manera, el Hijo amado de Dios abre un camino en medio del mar tempestuoso de la vida, un camino para nuestros pies, que

FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR (Is 60,1-6; Sal 71,1-13; Ef 3,2-3a.5-6; Mt 2,1-12)

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Difícilmente podemos sustraernos al cambio de dirección que se ha impuesto en esta fiesta de la Epifanía, que todos llamamos de los Reyes Magos. Hemos pasado inconscientemente de celebrar la manifestación del don supremo de Dios, de su vida ofrecida a todos en Jesús, a la fiesta de los Reyes, o a la manifestación de nuestros propios dones, de lo que nos ofrecemos unos a otros, en especial a los más pequeños.  Aceptémoslo por un momento porque tiene su cierta lógica, pero pensemos lo que ofrecieron estos Magos. La profecía de Isaías dice oro e incienso, es decir, sus bienes y poder y su adoración. ¿Por qué dar esto, que en el fondo es darlo todo?, y ¿cuál es el motivo de hacerlo voluntariamente, sin que sea fruto de una amenaza? Solo tiene sentido si, puestos en sus manos, los bienes, el poder y la propia libertad adquieren una cualidad superior que ensancha la vida. Y esto es lo que quizá se nos quiera decir: que los bienes cuando no se comparten, como hizo Jesús con su vida, si no se

TOMAR EL SOL TAMBIÉN EN INVIERNO

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El Señor te bendiga y te proteja; haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz. Casi nadie lo reconocerá, escondidos como estamos en las grietas que se han abierto desde muy pronto en nuestra vida, pero vivimos como esas lagartijas que asoman temerosas en las grietas de las pareces buscando algo de calor, aunque sospechando de cualquier movimiento que se produzca a su alrededor. No es extraño que tengamos la sangre fría, enfriada por las decepciones, los fracasos, las culpas, los distanciamientos. Necesitamos el calor de la confianza, pero ¿dónde encontrarlo, cuando hemos aprendido a sospechar y a acusar a todo y a todos, a escondernos asomando solo lo justo para saludarnos? La liturgia de año nuevo nos ofrece una bendición que nos invita a salir y tomar el sol, a exponernos a la mirada de Dios, a esa mirada que siempre está de nuestra parte, a esa mirada que siempre ofrece futuro, a esa mirada que nos envuelv