FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (Is 42,1-4.6-7; Sal 28, 1-10; Hch 10,34-38; Mt 3,13-17)

Parece uno más en la fila. Uno de tantos, uno como nosotros que buscamos hacer el camino de la vida y vemos cómo el peso de la existencia y del mal que la envenena nos envuelve hasta dejarnos sin aliento por momentos. Parece uno más, aunque Juan sabe distinguirle. Ante él, Jesús manifiesta que así está bien, que así está dispuesto. Está dispuesto que atraviese esos caminos en los que el hombre no hace pie, que parecen tragarlo, que parecen arrojarlo a un futuro sin salida, como sintió el pueblo de Israel frente al mar Rojo.

El Hijo, con su encarnación, entra en este bautismo que consiste en atravesar el mar tempestuoso de la vida sin perder las formas del bien con las que Dios nos pensó, sin dejar que el mal se nos pegue a la piel como una parte de nosotros mismos. Y lo consiguió, como hoy nos recuerda la predicación de Pedro en los Hechos de los Apóstoles. De esta manera, el Hijo amado de Dios abre un camino en medio del mar tempestuoso de la vida, un camino para nuestros pies, que ya estarán siempre acompañados por su presencia guía.

Este es el bautismo de Jesús, que empieza con este gesto en el que se une a todo el pueblo y que no terminará de cumplirse hasta que atraviese el muro de la muerte y del desprecio para ofrecer allí la tierra de la vida que buscamos.  

A partir de ahora, se pondrá delante para que le sigamos y, en su compañía, descubramos que el amor que Dios le tiene se extiende a todo lo que él abraza.


Pintura de Elena Cherkasova, Nuevo mundo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA CELDA. Jornada pro orantibus - 2023

Los ángeles de la noche (cuento de Navidad)