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Mostrando entradas de septiembre, 2022

Dolor y amor

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Algunas lecturas, incluso después de olvidados los detalles, dejan un recuerdo de verdad y gratitud. Esto me paso con la novela  El nacimiento , de Alexéi Varlámov, que recoge el amor, la distancia, el desamor y el sufrimiento de una joven pareja alrededor de su hijo recién nacido y enfermo. Del padre se dice: “Jamás pensó que sería capaz de sufrir tanto y durante tanto tiempo. Su sufrimiento lo incluía todo: la amargura, el odio y el amor. Se quedaba dormido con él y con él despertaba, estaba presente […] hiciera lo que hiciera, sin perder las aristas, sin debilitarse. […] Antes de entrar en la unidad, cuando aún ignoraba si su hijo estaba vivo o muerto, se detuvo frente a la puerta […] y, de pronto, sintió que no estaba solo. «El sufrimiento solo indica que Dios no nos ha abandonado», pensó. [… También] pensó que su mujer había resultado ser mucho más sabia que él y había conseguido superar el miedo. El amor absoluto no conoce el miedo. El camino es muy largo y difícil, pero cuando

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Am 6,1a.4-7; Sal 145,7-10; 1Tim 6,11-16; Lc 16,19-31)

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Quizá parezca extraño, pero algunas afirmaciones de Jesús que parecen describir lo que sucederá no son simplemente profecías descriptivas, sino sobre todo advertencias que se ofrecen justamente para que no se cumpla lo que dicen. Así, por ejemplo, sucede con la parábola del juicio final de Mateo 25 o con la parábola que el evangelio nos da hoy para meditar. Lo que realmente pretende Jesús es que reaccionemos y que la lógica de nuestras acciones no convierta el mundo en una trampa mortal para nuestra vida. Por eso cuando habla de perdición, de “infierno”, no describe lo que hay o lo que habrá, sino lo que es capaz de crear nuestra vida cuando la degradamos pensando en nosotros mismos, lo que puede devolvernos una vida maltratada en sus relaciones. Por eso lo que de verdad pretende Jesús al pronunciar esos juicios es que no se cumplan, como cuando una madre le dice a su hijo pequeño: “como toques el enchufe te doy una torta”. Por eso, a mi modo de entender, esta parábola no nos invit

AHORA QUE SE HAN TERMINADO LAS VACACIONES

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Las vacaciones tienen dos dimensiones fundamentales, una lúdica y otra de descanso y rehabilitación. En cuanto a la primera, las vacaciones nos recuerdan que los seres humanos necesitamos del juego, de lo que nos hace disfrutar, y que el mundo -dicho en creyente- ha sido creado no solo para trabajar sino para gozar. En las vacaciones, se trata de encontrar placeres que otros momentos no nos permiten: parques temáticos, excursiones a la montaña, verbenas y conciertos… En cuanto a la segunda, las vacaciones nos recuerdan que lo que nos da valor no es la actividad productiva sin más, y que esta, si dejamos que absorba nuestra vida, termina por agotarla y deformarla. El mismo Jesús dice a sus discípulos: “Venid conmigo a un sitio solitario a descansar un poco”; y comenta el evangelista: “porque era tanta la gente y tantos los trabajos que parecían tener que afrontar que no tenían tiempo ni para comer”. Se nos puede olvidar por qué y para qué trabajamos, que lo hacemos para crear un mundo d

El sabor divino de la vida

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La fe y la vida de los creyentes son visitadas cíclicamente por inviernos que ocultan la gracia, la belleza y la alegría que las hicieron nacer. Esta situación marca el inicio de la novela  El banquete de Babette , de Isak Dinesen. El inicial desapego del mundo y la fe esperanzada en el Señor de un grupo de cristianos se había ido transformado, con el tiempo, en una vida anodina, triste y resentida que nada tenía que ver con la alegría de los orígenes del grupo. Aunque no dejaban de recordar una de las frases del fundador: “Los senderos del Señor cruzan incluso mares salados y montañas cubiertas por nieve, donde los hombres no pueden descubrir huella alguna”. Y esto es justamente lo que sucede en la novela cuando una mujer de oscuro pasado, acogida por las hijas del fundador, prepara una cena en la que los sabores del mundo hacen revivir el gozo y la amistad que Dios quiso suscitar para ellos junto con al don de la vida. ¡Da tanto que pensar! Porque la entrega a Dios no debe hacernos

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Am 8,4-7; Sal 112, 1-8; 1Tim 2,1-8; Lc 11,1-13)

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Astucia. No para esquivar el Evangelio con justificaciones sacadas incluso de la palabra de Dios. No. Astucia, por el contrario, para atravesar el territorio de la vida sorteando las trampas del pecado que nos rodean y que están sembradas también en nuestro interior. Astucia vestida de atención, humildad y coraje. Esto es lo que nos plantea el Evangelio de este domingo invitándonos a afrontar las posibilidades y las limitaciones de la vida a la luz de la presencia de Dios, como hijos de la luz que no se dejan envolver por las sombras para sumarse el banquete de la superficialidad, la indiferencia y el cinismo del mundo. Astucia para advertir las trampas con las que el mal nos roba la preocupación de estar a la altura de nosotros mismos según la medida de Dios para nosotros. Astucia para caminar en medio de las tentaciones y astucia para saber que en su terreno apenas resistiremos unos pasos sin ser envueltos por la atracción de sus susurros, y, por tanto, astucia para retirarnos hu

Imaginar algo mejor

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La novelista J.K. Rowling pasará a la historia por la creación de la saga de Harry Potter, en la que el protagonista y sus compañeros deben aprender a enfrentarse, en el trayecto que va de su niñez a su primera juventud, a un mundo donde los poderes de la magia y la hechicería pueden ser utilizados tanto para el bien como para el mal. Todo en el Colegio Hogwarts es ficción y, a la vez, todo es real. Seguramente en el corazón de la autora, que conocía la oscuridad del mundo, ardía el deseo de orientar a los más jóvenes. Años más tarde, delante de los graduados de Harvard, decía: “Si decidís utilizar vuestra posición y vuestra influencia para alzar la voz en nombre de aquellos que no la tienen; si decidís identificaros no solo con los poderosos, sino con aquellos que se sienten indefensos; si conserváis la capacidad de imaginar la vida de quienes no gozan de vuestros privilegios, vuestras orgullosas familias no serán las únicas que se alegrarán de vuestra existencia, sino también miles

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Ex32,7-14; Sal 50, 3-4.12-13.17.19; Tim 1,12-17; Lc 15,1-32)

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En una famosa canción de Marvin Gaye alguien dice: “Escucha, cariño: No hay montaña tan alta, no hay valle tan profundo, no hay río lo suficientemente ancho… Si me necesitas, llámame, no importa dónde estés, no importa lo lejos que estés… simplemente di mi nombre, estaré allí a toda prisa, no tienes que preocuparte”. ¿Puede decirse algo más? El que habla parece decir que solo escuchará la necesidad y que, a su amor, eso le bastará para moverse. ¿Se puede llegar a más? Creo que sí, porque ¿y si estuviéramos lejos y no supiéramos llamar o no quisiéramos porque la presencia del que llega nos descubre la miseria a la que hemos llegado? Necesitaríamos alguien que no solo llegara, sino que en su llegada convirtiera nuestra tiniebla en luz, alguien cuya discreción no dejara de envolvernos y cuya cercanía no olvidara la paciencia. Y esto es lo que creo que afirman de Dios los conocidos versículos del salmo 139: “¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? […] si me acuesto

El cuidador cuidado

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La historia comienza en una ciudad cualquiera, en una esquina cualquiera, una noche cualquiera. Una mujer mayor baja a tirar la basura, y oye algo en medio de ese montón de desechos de la sociedad que tiene delante. “Había poca luz, solo se entreveían bolsas de plástico, cristales, latas y restos de comida en descomposición […] Apartó un cartón de leche vacío y se sobresaltó maravillada: era como si un fragmento de arco iris se hubiera dignado posarse en el suelo […] ¿La estaba mirando? A Anselma le pareció que sí”. Se lo llevó a su apartamento, comenzó a cuidarlo y le puso por nombre Luisito.  Así empieza una historia de redención de una mujer que vive sus últimos días sin esperanza, envuelta en soledad y decepción. Una historia donde un papagayo parece ser la forma en la que el mismo Cristo la visita para comenzar con ella un misterio de muerte y resurrección, y curar las heridas con las que la vida le ha marcado. Me pregunto si estaría de acuerdo Susanna Tamaro, la autora de la no

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Sab 9,13-19; Sal 89, 3-6.12-13.14.17; Flm 9b-10.12-17; Lc 14,25-33)

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Todo el mundo tiene miedo a la letra pequeña de los contratos, de tal manera que siempre se nos invita a leer bien todas sus cláusulas, para no llevarnos luego sorpresas inesperadas. Y es que nadie da duros a cuatro pesetas (o euros a ochenta céntimos). La razón de eso que llamamos ‘letra pequeña’ no es simplemente que nos quieran engañar. Puede que algunas veces sí, pero si lo hacen es porque habitualmente queremos resolver demasiado deprisa las cosas como si no tuvieran su precio, sus fatigas y sus efectos secundarios en este mundo, en esta sociedad, en esta vida, y juegan con nuestro autoengaño. Tendemos a escondernos el peso, los sinsabores y las dificultades que conlleva la vida y sus actividades. Sin embargo, todo lo bueno, si es verdad que alguna vez se nos regala, viene con un libro de instrucciones de trabajo sobre su permanencia, y si no se cumplen… ya sabemos lo que pasa. Valga esta experiencia cotidiana para escuchar el evangelio de hoy, en el que Jesús parecería que está q