DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Sof 2, 3; 3, 12-13; Sal 145, 7-10; 1Cor 1, 26-31; Mt 5, 5, 1-12a)

Hay un presupuesto en todos los textos bíblicos que nuestra cultura ha olvidado sin darse cuenta. Y es que nuestra vida y la vida del mundo no camina sin destino. Por más que la física, la biología y la historia se encuentren muchas veces enredados en callejones sin salida, existe un designio, oculto desde la fundación del mundo, que acompaña cada paso y que tiene capacidad para suscitar nuevas posibilidades de vida cuando estas parecen haberse perdido del todo.

Este designio, inscrito por Dios en su creación y sostenido por su Espíritu, ha sido expresado del todo en Cristo que se manifiesta así como Camino de vida para todos.

Los que acogen las bienaventuranzas y viven de su aliento han comprendido a su lado que están abrazados por este plan de vida al que Dios es fiel y que, por tanto, sus pobrezas, sufrimientos y miserias no son la última palabra. Saben además de una esperanza que tiene fuerza para habitar los desiertos del mundo y de una fuerza de vida que no se deja contagiar por las miradas condenatorias, las injusticias, y las violencias que habitan estos desiertos.

Estos son los bienaventurados, los que incluso “caminando por cañadas oscuras no temen, porque saben que el Señor va con ellos y sienten como su vara y su callado los sosiega” (Sal 23). Y hay que abrir los ojos para encontrarlos porque ellos son los verdaderos guías de la humanidad. 


Pintura: Sermón del monte (autor desconocido).

Comentarios

  1. Pues es verdad Paco, son en ellos en los que nos apoyamos, porque son ellos los que han sufrido igual que nosotros y es su fe la q hace q nuestra fe no desaparezca .
    Tengo que decir que es realmente complicado no dejarse arrastrar.
    Total para ser buena persona no es necesario ser cristiano

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