DOMINGO VI DEL TIEMPO DE PASCUA. CICLO C (Hch 15, 1-2. 22-29; Sal 66, 2-8; Apoc 21, 10-14.22-23; Jn 14, 23-29)

Si bien es verdad que el amor de Dios está dado incondicionalmente, esto no significa que termine por actuar en nuestras vidas. En el evangelio de hoy se indica una condición para que llegue a nosotros: guardar las palabras de Jesús. “El que me ama -dice Jesús- guardará mis palabras, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él”.
Pero, ¿qué significa guardar las palabras de Jesús? No se trata de protegerlas escondiéndolas donde ni nosotros mismos las leamos o las escuchemos. Sabemos que, a Jesús, palabra de Dios encarnada, le gusta andar por los caminos de nuestra vida, incluso si es rechazado o crucificado. Por tanto, no se trata de defender las palabras de Jesús de no se sabe qué. Ya aquí tenemos algo que aprender los cristianos, porque demasiadas veces nos convertimos en guardianes de lo exterior sin apreciar lo interior, como cuando uno se enfada mucho por una blasfemia contra la comunión y luego él nunca comulga, porque no se arriesga a dejarse tocar, en su gloria y su miseria, por la misericordia de Jesús.
Las palabras de Jesús solo pueden guardarse en la propia vida, y la forma de hacerlo es convertirlas en nuestra propia carne. Como hacen las vacas con el pasto. No sin razón hablaban los monjes de rumiar la Palabra, darle vueltas hasta que se hiciera, a través de su meditación orante, parte de la vida.
Esto supone el deseo de “vivir como Dios manda” dedicando tiempo, para saber lo que significa esto, a leer o escuchar meditativamente la Escritura, sobre todo, el Evangelio. De esta manera, el amor de Dios va haciendo morada en nosotros, dice Jesús. Y esto de dos maneras: haciéndonos comprender que, realmente y pese a todo, somos amados; y, luego, haciéndonos portadores de su mismo amor en el mundo.
Jesús comenta finalmente que esto no es una obra que nosotros podamos dirigir, nosotros solo podemos poner el deseo y la lectura meditativa. Es el Paráclito quien, sin que sepamos cómo, va colocando las palabras de Jesús de forma que nos va enseñando por dentro lo que oímos por fuera.
Con el tiempo, esta es la experiencia de los que guardan la Palabra, las preocupaciones de la vida van serenándose y los problemas no quitan la paz, incluso si hacen sufrir, porque uno comprende que, si la vida de Dios ha hecho morada en nosotros, su presencia es una promesa de luz incluso en medio de la noche.

Pintura de Joseph Matar, Predicación de Jesús.

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