Reflexiones sobre el evangelio del domingo XXIX (Is 45,1.4-6; Mt 22,15-21)
Nunca han sido
buenos tiempos para la relación entre los políticos y el pueblo, demasiada
prepotencia en el poder, demasiadas expectativas en el pueblo; demasiados
intereses ocultos en ambas partes; demasiadas pretensiones que armonizar. Y,
sin embargo, nunca hubo una sociedad sin política, nada se construyó sin que
algunos poseyeran las riendas y organizaran el espacio de todos. Ningún gran
proyecto bueno se hizo sin política, aunque estos también esconden esas
ambigüedades y pecados que parecemos no saber evitar los humanos en el
movimiento de nuestras vidas.
Por eso la
política será siempre necesaria y a la vez será siempre relativa. Por eso será
siempre necesario ser ciudadanos leales con los poderes políticos y a la vez
críticos con sus decisiones y acciones. Aunque también será siempre necesario ser
críticos con nuestra propia crítica, que demasiadas veces está teñida de
ideologías, que nos hacen ver el mal en unos y no en otros, e infectada de
intereses, que no nos dejan apenas pensar en el bien común si este no pasa por
nuestra propia ganancia.
Así pues, no es
extraño que Jesús nos invite a poner en el corazón de nuestro juicio y de
nuestra acción el corazón y el juicio de Dios que es el único Señor del mundo.
Él es el político por excelencia, el buen pastor, el Cesar que sin intereses
propios sabe conducir a todos, las ovejas de su rebaño y las que no lo son, a
prados de hierba verde, el que sabe dar la vida por los suyos sin exigencias
escondidas, el que habla con esa claridad que no esconde trampas detrás de las
palabras. Por tanto, dar a Dios lo que es de Dios es darle todo lo que somos (nuestra
vida, nuestros proyectos y nuestras acciones) para que nos enseñe a utilizarlo.
De esta manera podremos presentarnos en sociedad utilizando nuestro poder de
acción o de crítica con criterios y voluntad de vida para todos.
Esto fue lo que
Isaías vio en Ciro en aquel momento en que permitió al pueblo de Israel volver
a su tierra. Quizá habría que decir muchas cosas más, y no buenas, de Ciro,
pero hoy es presentado como un rey de corazón divino que se apiadó de una parte
del pueblo que no era de su raza ni de su cultura para ayudarles a vivir su
propia vida. Un ejemplo para los tiempos que corren. Un ejemplo para los
políticos y también para los que no lo somos en este tiempo en que vuelven a la
escena social tantos intereses de partido, de nacionalidad, de religión, de país,
de riqueza… que amenazan con despedazar este mundo en el que Dios nos quiere a
todos hermanos.
Gracias, no es fácil entregar nuestros proyectos a Dios ya que dentro de nosotros mismo buscamos también nuestro interés y cuando se entrega a Dios , las cosas como que cambian un poco para no decir todo, gracias.
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