DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (1Reyes 17, 10-16; Sal 145, 7-10; Heb 9, 24-28; Mc 12, 38-44)

No se escucha con agrado la primera lectura de hoy. Elías, aparentemente insensible con la pobreza de la viuda, le pide que le ofrezca lo poco que le queda para vivir. ¿No es un ‘devorabienesdeviuda’ de esos que Jesús critica en el evangelio? 

Sin embargo, bien mirado él lo ha dejado todo y vive de limosna. Su petición parece que quiere llevar a la viuda al límite de su confianza en Dios como él mismo ha hecho. Así comen los tres juntos una especie de maná sin saber si al día siguiente habrá pan, fiándose de que Dios dará el pan de cada día a quien no intenta aferrarse a los bienes y los comparte.

Seguramente vayamos necesitando salir de ese evangelio ligth que parece no exigir nada porque Dios es bueno… un evangelio falso que no nos lleva más que a ser mundanos y apagar el fuego con el que Dios quiere que alumbremos al mundo.

Por otra parte, el pueblo de Dios es llamado a una lucidez que le haga distinguir entre los que le llaman a acoger la Palabra de Dios que, aunque hiere, da vida, y los que utilizando la Palabra de Dios solo buscan exhibirse revistiéndose con ropajes religiosos y recoger alabanzas y puestos de honor. Hoy el Señor es claro: “Esos recibirán una condenación rigurosa”.

Por tanto, cuando nos veáis en ese estado (yo soy cura), no os dejéis engañar; y ayudarnos, como hizo Elías con la viuda, a despojarnos de todo para recibir todo con vosotros.


Pintura de Jerzy Duda Gracz, Viacrucis de Jasna Góra.

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