Sobre la edición de libros y el amor a las cosas y a las personas.
Las
primeras palabras de una novela son las de su título, y este siempre se nos da
envuelto por un diseño concreto. Esto es una muestra de que entre el escritor y
el lector hay todo un mundo de actores. En este mundo invisible habitan, entre
otros, los que diseñan el formato de cada obra, su presentación visual, táctil,
etc. A mí siempre me ha parecido un trabajo importante que intenta vestir lo
bello con sugerencias de belleza, e incluso lo mediocre con la voluntad de
darle su propia oportunidad.
Por eso me
gustan más unas editoriales que otras, porque se preocupan de que sus diseños
de portada, su tipografía, la distribución del texto ayuden a leer, aunque la
lectura pueda defraudarte luego.
Me gustan
no solo por razones estéticas y prácticas, sino por una cuestión de fondo que
va más allá del diseño y de la literatura. Y es que a lo que amamos y
respetamos lo tratamos con afecto y esto debe hacerse incluso cuando no hay
muchos medios, y quien no lo hace en su trabajo no es seguro que lo haga con todo
lo demás en su vida.
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