DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Jer 20,10-13; Sal 68; Rom 5,12-15; Mt 10,26-33)
Uno de esos miedos, uno de los más activos, es el miedo a no ser nada, a ser un cero a la izquierda en los ámbitos donde nos movemos. No es extraño pues estamos hechos para una vida común en la que todo fluya haciéndonos sentir agraciados y, a la vez, útiles, valiosos. No basta con ser agraciados, pues si la gracia nos hiciera sentir que no valemos nada y que nunca lo valdremos sería simplemente humillante. No basta tampoco con ser simplemente útiles, valiosos, sin vivir la alegría del don recibido que nos hace saber que, por encima de lo que podemos ofrecer, somos amados.
El miedo
nace de que este movimiento dual está roto en nuestro mundo y, por eso, nos
tenemos miedo unos a otros. Esto se refleja en que tenemos que mostrar nuestro
valor como sea, a los demás y a nosotros mismos. Y lo hacemos por medio de las
acusaciones, el exhibicionismo de nuestros logros, la prepotencia, la violencia,
etc. Y esto hiere normalmente nuestras vidas en enfrentamientos a veces
visibles y otras escondidos.
El ciclo
solo se rompe volviendo al misterio de vida escondido en el corazón de la
realidad, allí donde Dios se abre a toda su creación con un amor irrevocable
que manifestó al entregarnos a su Hijo y donde llama a todos y cada uno con una
vocación distinta a que seamos su propia imagen para manifestar su gloria.
Los
caminos de esta vida están oscurecidos por falta de tránsito, y se hace
necesario encontrarlos con urgencia y empezar a recorrerlos.
Fotografía tomada de internet.
Comentarios
Publicar un comentario