LA SIMPLICIDAD DEL PAN (a propósito de la fiesta del Corpus Christi)

Me resulta sorprendente hasta qué punto Dios, sin confundirse con nada, tiene la capacidad de dejarse ver en todo.

Me asombra (perdón por hablar en primera persona) como al envolverme el viento, por un fugaz momento me siento recogido en un espacio que se revela solo suyo sin que me separe de nada de lo que me rodea.

Me asombra que, mientras estoy comiendo (habitualmente solo) un sabor, un pensamiento, un recuerdo te traiga a mí; me sorprende cómo quedas sostenido en él diciéndote, diciendo tu presencia fugaz siempre atenta a dejarse sentir.

Me asombra como puedes ofrecerte también en el anhelo y el vacío que te espera cuando no llegas, cuando quiero tenerte y escapas de mi afán de posesión.

Me asombra cómo te dices en mí, como pueden reconocerte otros en mis gestos, cuando conozco bien la espesura gris de mi ser que no consigue hacerse tuyo ni siquiera cuando lo desea con todas sus fuerzas.

Por eso, no necesito rodear el pan de bellas patenas, espléndidas custodias o de exuberantes ritos, por eso solo necesito mirarlo atento y ver en él lo que dice su sola presencia, que está ahí para reunirnos, para sostenernos, para darnos de comer con su mismo ser.

Por eso solo necesito, y eso es lo que pido, que sostengas mi atención, tan propensa a distraerse, para que te reconozca en esa sencillez pegada a la vida que has elegido, aun cuando en ese mismo instante desaparezcas.

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