DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO (Jer 31, 7-9; Sal 125, 1-6; Heb 5, 1-6; Mc 10, 46-52)
El
evangelio de este domingo queda orientado por la acción de Bartimeo
que, después de recobrar la vista, “le seguía por el camino”.
Curiosamente el texto comienza con una muchedumbre que envuelve a Jesús mientras sale de Jericó camino de Jerusalén. Sin embargo, no está claro que esa muchedumbre sigua a Jesús, más bien parecen reducirle a ellos mismos, como se percibe cuando no quieren escuchar lo que sucede a su alrededor (los gritos de Bartimeo) cuando el Dios que llega con Jesús es el que siempre “ha escuchado los gritos de su pueblo” (Ex 3,3-7).
Están
con Jesús y no le ven, como afirmaba el salmo de los ídolos y de los que los
hacen y adoran: “Tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, […] son lo
mismo los que los hacen, cuantos confían en ellos” (135,16-17).
El
evangelio nos advierte así de la idolatría siempre posible en los que estamos
alrededor de Jesús, y de que no basta estar a su lado, porque él nos llama a
seguirle con la mirada hasta que la suya se haga nuestra, con la escucha hasta
que su oído se haga nuestro; para que luego, con su mismo espíritu, podamos
amar como él y el verdadero Dios se haga presente en nuestras vidas.
Pintura de J. Kirk Richards. Curación.
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