SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS. CICLO C (Ap 7,2-4.9-14; Sal 23, 1-2.3-4ab.5-6; 1Jn 3,1-3; Mt 5,1-12a)

Quizá demos demasiado por descontado que, si nos enseñan a Jesús, si nos enseñan sus palabras, si nos muestran sus sentimientos nosotros los acogemos, lo aprendemos, lo hacemos nuestro por el hecho de que nos lo han enseñado. Saberlo es vivirlo, pensamos y sentimos demasiado rápidamente.
En el evangelio de hoy, Jesús se sienta y proclama sus bienaventuranzas enseñando a sus discípulos. Pero, estos, ¿las aprehenden?, ¿las hacen suyas? No, aún no. Estamos al principio del evangelio y Mateo quiere mostrarnos la tarea que los discípulos y nosotros tenemos por delante: Acoger la presencia de Jesús como una bendición cuando nos sintamos pobres, cuando lloremos, cuando la impotencia por sentirnos desamparados anide en nuestro corazón sabiendo que en él tenemos nuestra roca segura, nuestro hueco en la eternidad bienaventurada; acoger su camino de misericordia cuando la vida nos sugiera ofrecer desprecio, su camino de mansedumbre cuando el corazón nos pida venganza, el camino de la justicia para todos cuando estemos tranquilos con la vida resuelta en nuestro sillón.
Y el camino es largo, difícil, demasiadas veces oscuro y desalentador, pero algo nos anima cuando nos vemos, incluso queriendo seguirle, tan lejos de estas palabras. Es la visión de Juan que nos ofrece el Apocalipsis. Una visión en la que una muchedumbre inmensa de todo pueblo va vestida de blanco y canta la victoria del que las pronuncia. Quiero pensar que ese es nuestro futuro, que la victoria que cantan es la de Jesús sobre nuestros corazones torpes y duros, la victoria sobre todo esto que no nos deja acoger estas palabras que luchan en nuestro interior por darnos vida.



En esta pintura de J. Kirk Richards titulada Cristo con los brazos extendidos, este aparece como una especie de director de orquesta buscando armonizar diferentes rostros, miradas, preocupaciones, intereses dispersos que no muestran en la pintura ningún vínculo. No es difícil ver en esta representación a Jesús pronunciando las bienaventuranzas en un mundo caótico, ver a Jesús como el lugar bienaventurado donde todos podemos reconocernos, acogernos, enriquecernos, encontrarnos en casa. Un detalle me llama la atención: a casi todas las figuras les falta el cuerpo, y pienso que es porque no basta con mirar y escuchar, es necesario encarnar, hacer cuerpo personal y colectivo esta palabra de vida que está pronunciando Jesús y que es él mismo, “una fuente que mana y corre, aunque es de noche”.






Comentarios

Entradas populares de este blog

TRAS LA MUERTE DE JAVIER. Compañero de presbiterio.

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Jer 38,4-6.8-10; Sal 39; Hb 12,1-4; Lc 12

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Gn 18, 1-10a; Sal 14, 2-5 ; Col 1,24-28; Lc 10, 38-42)