No hay un lugar para encontrar a Dios, es necesaria una sabiduría, porque Dios no coincide con este o este otro lugar, sino que se da como una presencia que envuelve todo lugar y todo tiempo para llenarlos de su gloria. Y esta sabiduría es un don de vida que procede de él mismo: “Tu luz, Señor, nos hace ver la luz”, dice el salmo. Esta sabiduría, que desde siempre le acompaña, es la que se nos ha dado en Jesús. En él encontramos un lugar para, en todo lugar, percibir la mirada paterna de Dios que nos crea, que nos acoge, que nos invita a participar de la creatividad de su amor. Por eso a Jesús le llamamos Hijo de Dios, sabiduría del Padre. En él encontramos la raíz de nuestro ser, el lugar donde Dios quiere colocarnos y la libertad con la que nos empuja al mundo para envolverlo con la gloria de su amor. Y así Dios nos vistita siempre como origen y horizonte que nos crea, como lugar donde ser nosotros mismos bajo la mirada de este amor eterno y sostenernos en él, y como movimiento ...