Una carta de Dios

La primera palabra de Dios sobre el mundo es aquella que lo llama a su existencia. Su primera palabra sobre nosotros es aquella que nos llama a vida y nos da dominio sobre el mundo, y la que nos invita a ser su imagen dando vida y espacio de libertad a los demás. Por eso, su palabra se expresa no tanto en sonidos cuanto en la carne de los que perciben agradecidos el don de la existencia, y dicen: Tú me has llamado a la vida; Tú le has dado una misión y un sentido a mi existencia; Tú, que eres fiel, me acompañarás hasta que se cumpla. Su palabra se expresa igualmente en los que se vinculan a los demás ofreciéndoles su propia vida. Ahora bien, parece un hecho que somos disléxicos, que no terminamos de comprender y vivir este lenguaje interior de la acción de gracias y del don. Esto es lo que llamamos pecado. ¿Cómo, entonces, aprender a escuchar esta palabra de Dios que llevamos dentro y cómo aprender a pronunciarla? Existe un lugar donde esta palabra de Dios puede ser escuchada y verse cumplida. La vida de Jesús es pura acción de gracias al Padre, y en ella aprendemos a vivir reconociéndonos dados a nosotros mismos por Dios. A la vez, su vida es pura donación y a su lado podemos encontrar la forma que Dios quiere para nosotros al vivir su misma vida en nuestro propio entorno. Por eso decimos que él es la Palabra de Dios. Y por eso la Escritura, leída desde él, nos enseña quién es Dios y quiénes somos nosotros. Y por eso, en él, nos convertimos en palabra de Dios para otros, en una carta de Dios escrita, en Cristo, para el mundo (2 Cor 3, 3).

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