Pequeño pentecostés veterotesamentario (Domingo XIX. Ciclo A)

El episodio de Elías que escuchamos este domingo en la liturgia (1Re 19, 9-13) es un pequeño pentecostés en el que el Espíritu de Dios entra en lucha con el espíritu del hombre para que este alcance a comprender lo que le da vida y lo que se la quita.

El episodio sucede en una cueva y de noche. Es precisamente así como se encuentra Elías. Su cerrazón fanática en la lucha contra los profetas de Baal le ha dejado a oscuras, separado de Dios, en un callejón sin salida. El camino que traía no era el camino de Dios. Esa lucha en la que trataba de imponerse frente a los otros, que se esconde bajo capa de fidelidad al Señor, le aleja de los demás y de Dios mismo.

Dios le invita a salir de la cueva, pero él sigue dentro como si, incluso escuchando al Señor que le busca, no quisiera salir de su propia ceguera (es tan fácil comprenderlo mirando nuestra vida). Pero el Señor, adentrándose en su oscuridad, le va a hacer comprender que su fuerza no está en la violencia (viento huracanado, terremoto, fuego…) como había querido Elías frente a sus enemigos, sino en el camino de la fidelidad callada que no violenta la historia, sino que la construye interiormente con paciencia.

Es fácil comprender la lucha de Elías contra sí mismo para salir de la cueva, para aceptar el camino del Señor, basta con pensar en nosotros mismos y lo que nos sale del corazón cuando vemos el mal del mundo y nos dejamos llevar por palabras y acciones violentas para juzgarlo o cambiarlo. Pero ¿cambia realmente así?

También a los discípulos de Jesús Pentecostés les hizo comprender que la fuerza de Jesús estaba en la fidelidad crucificada del amor, que Dios rescata siempre y ofrece como camino de vida para todos. Y también sabemos lo que les costó salir de esa habitación llena de miedo y cerrada por dentro que era su cueva. En el evangelio de hoy se dice que los discípulos al mirar a Jesús andando sobre las aguas (es decir, sobreponiéndose a todo lo que en el mundo se oponía a él) creyeron ver un fantasma. ¿no es esto lo que pensamos muchas veces, que la fuerza de amor pacífico de Jesús no es más que una ilusión?

Un día y otro Cristo nos busca en ese interior de nuestra vida que es una cueva aún no convertida donde nos escondemos de su evangelio. Quizá tenga que decirnos como a Pedro muchas veces: ¡Qué poca fe! ¿Por qué dudas? ¡Ánimo, no tengas miedo!

La fidelidad a Dios no se mide por la beligerancia con que le defendemos luchando contra los que nos rodean, sino por la forma en la que presentamos la actividad de su amor, la verdad de sus palabras, la paciencia de su compañía, aunque ello nos cuesta alguna que otra herida que, por otra parte, ya están recogidas en las llagas resucitadas de Jesús.

Comentarios

  1. Gracias, es verdad el Señor nos llama a salir de nuestra cueva y el mundo nos llama a estar en ella, no es fácil salir de nuestra cueva.

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  2. Hola, pues yo creo que tiene razón cuando utilizamos la palabra"lucha de imponerse a los demás o el trabajo en silencio y paciente" creo que esa es la clave .
    Aunque otra cosa es llevarlo a cabo porque demasiadas veces nos dejamos arrastrar por la furia o la ira y eso no creo que sea un acto de amor. Xq el amor lo reconocemos en seguida o no?.
    Muy interesante.

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