DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Jb 38, 1.8-11; Sal 106, 23-31; 2Cor 5, 14-17; Mc 4, 35-41)

 

La sustancia de la vida creatural con todos sus elementos se nos da a conocer armonizada. Lo vemos en los ciclos de la naturaleza, en la armonía compuesta de elementos y leyes que componen cada una de las cosas que nombramos del mundo, en nuestro propio cuerpo y mente; todo ello fruto de complicidades múltiples que sorprendentemente se sostienen al margen nuestro para hacernos respirar, caminar, pensar, relacionarnos de manera espontánea. Cuando algo deja de funcionar nos extrañamos, pero ¿por qué es más extraño el caos al que la vida queda sometida cuando se desordena la realidad que el orden y la armonía que hace de ella un espacio para la vida?

El creyente vive del asombro ante este espacio armonioso de la vida y lo comprende como un regalo de Dios, como obra de sus manos. Pero a la vez vive, como todos, sometido al miedo porque no está en sus manos sostener esta armonía y, como Job ante su desgracia y los discípulos antes la tempestad, apenas puede hacer algo más que sufrirla y acompañar a quien la sufre sin poder, muchas veces, solucionar nada.

 Sin embargo, las desgracias naturales, los fallos del sistema orgánico, los sistemas sociales injustos… y tantas cosas contra las que el hombre se siente desvalido tienen un límite, afirma Dios frente a Job y Cristo frente a los discípulos. La última palabra la tiene una armonía eterna en la que Dios pone “un límite y un cerrojo” al caos. Esta armonía la celebramos en la resurrección de Cristo. Sin ella la creación quedaría a las puertas del cielo agotada y sin apenas encontrar sentido a su peregrinación. Y es aquí donde se pueden alimentar todos los esfuerzos por buscar la armonía o, como la llama el Antiguo Testamento, la justicia y la paz de la creación.

Da miedo pensar que solo en la muerte alcanzaremos la armonía final, por eso nuestra fe no debe vivirse solo con Cristo, en un esfuerzo por modelar el caos que nos rodea, sino en Cristo, reconociéndonos habitados por la fuerza de su resurrección y celebrándola para que el peso de sufrimiento que deja el caos en nuestras vidas no nos desespere y termine por agotar las fuerzas de resurrección que mueven lo mejor de nuestras vidas.


Pintura de Lu Hongnian

Comentarios

  1. Ya fácil decirlo no dejarnos arrastrar el caos....

    Vivir en Cristo complicado, no??

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