LA NOVELA Y LA ORACIÓN

En un libro de pensamientos cortos y aforismos que Joan-Carles Mèlich titula La lectura como plegaria, comenta: “No hay en la novela una posición moral, no hay una deontología ni unas normas de decencia. Contrariamente a la metafísica, que impone a los humanos el camino que seguir, el criterio que permite distinguir claramente lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, la novela inaugura el juego de perspectivas propio de los asuntos humanos”.

Al leer esta afirmación pienso que, entonces, la novela se parece enormemente a la oración, ya que en ella no es necesario una vida correcta para ponerse ante el Señor, es más a veces esa forma de presentación ante Él nos aleja, como sucedió con el fariseo.

Lo importante es ser lo que se es, sin disfraces que nos vistan de una apariencia buena y religiosa. Y es que somos lo que somos y solo un poco lo que queremos ser. Y es siendo lo que somos como podemos entablar una relación real con Dios, que no hace ascos a la novela de nuestra vida, sino que le da un final feliz si con humildad aceptamos ante él nuestra contradicción. No en vano Jesús afirmó: “En verdad os digo que solo el publicano bajo justificado a su casa”.

Texto: Joan-Carles Mèlich, La lectura como plegaria. Fragmentos filosóficos I, Fragmenta 2015, 77.

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