UN POEMA DE VIDA

Conocí a Gloria Fuertes de niño, aunque mi amistad literaria con ella llegó después de leer uno de sus poemarios para adultos. Al terminar el primero que leí, comprendí hasta qué punto lo que parecían simples ripios y superficiales e infantiles formas, ocultaban una historia verdadera, una humanidad profunda, sufriente, entregada.

Así lo expresa en el prólogo de Mujer de verso en pecho: “Estas palabras que agrupo/ os llevan a mis ideas,/ os dibujan mis emociones,/ os cuentan mis sentimientos,/ os descubren mis inventos/ y os confiesan mi modo de amar”.

Me gustaría recordar uno de esos poemas que ella llamaba ‘Autobios’, como homenaje a quien supo transformar un sufrimiento, que la acompañó hasta sus últimos días, en amor por la humanidad, en especial por la humanidad que espera en los niños.

Dice así: “Yo me recuperé/ de la infelicidad de mi infancia./ …Y en vez de ser adolescente delincuente/ o puta precoz,/ me hice buena gente./ ¡Porque Dios es un santo!”.


Texto tomado de Gloria Fuertes, Mujer de verso en pecho, Cátedra 1999, 31 y 67.

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