DOMINGO DE RAMOS. CICLO A (Mt 26,14-27,66)

Hoy, y a lo largo de esta semana, la pasión nos llega por los oídos y también por los ojos. pero hemos de preguntarnos si, vista y oída, nos llega al corazón como acontecimiento de vida, porque esto es realmente lo importante y no es tan claro que suceda por más que impregne todo lo que nos rodea.

En estos días pasión significa bullicio, ruido, ajetreo y así no es seguro que encontremos al que padece. En estos días, pasión significa identidad, etnocentrismo y así no es seguro que encontremos al que es universal en su mirada y en su abrazo sufriente. En estos días, pasión significa solemnidad, hábitos, música y así no es seguro que encontremos al que hizo de la sencillez su hábito y vistió el sufrimiento de silencio y perdón.

En estos días hay dos pasiones que recorren nuestras calles y no siempre es fácil distinguirlas pues caminan a la par. La pasión de Cristo que quiere mostrarse a los hombres como amor que llega al exceso de soportarnos en nuestra peor cara y así decirnos que el futuro no es de la muerte y del pecado, y la pasión de siempre de los hombres, que todo lo convertimos en una distracción para olvidarnos de lo fundamental, degradando hasta lo más sagrado.

A la primera solo se responde en el silencio del corazón con compunción y gratitud. A la segunda se responde dejándose llevar por una fiesta que no distingue si el motivo es Cristo o nuestro propio deseo de distraernos y exhibirnos.

La línea de separación entre ambas no se sitúa en lo que hay afuera, en las calles, sino en el centro de nuestro corazón, que decide ser creyente o seguir siendo pagano.


Icono del padre Alin Alimo, Ecce homo

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