En uno de los relatos del libro En otro país de David Constantine, Jay y Daniel se reencuentran en el funeral de su antiguo profesor. Daniel recordando las veladas en su habitación le dice: “Era la fuerza creciente del pentecostés del aprendizaje insuflado en mí, en cuerpo y alma. Las cosas que me enseñó entonces me permitieron comprender y seguir comprendiendo y comprender aún más y más en otros lugares y a lo largo de los años cuando él ya no estaba para enseñarme. […] las preguntas que me planteaba, su manera inteligente de inducirme a contestar, cómo me impulsaba a preguntar y a contestar mejor, y sus propias preguntas y respuestas que jamás me daban tregua. Y la botella de vino que compraba, rechoncha, en su cesta de paja, el queso, el pan, las aceitunas, las uvas negras…”

He aquí el verdadero corazón de la enseñanza y también, seguramente, de la evangelización: la posesión de un espíritu inquieto que solo descansa para volver a emprender la aventura a la que le llama lo que ha descubierto ya. Un espíritu que se comparte, porque quiere que todos comprendan y vivan la verdad de las cosas, y también de Dios. 


Texto tomado de D. Constantine, «Funeral», en: En otro país, Libros del Acantilado 2020, 56-57.


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