Gallinas

Hace poco leí el libro Gallinas, de Jackie Polzin. Se trata de una especie de meditación literaria sobre el proceso de duelo de una mujer por su hijo no nacido, que ha puesto en crisis toda su vida. Es en el cuidado y contemplación de las gallinas, de su vulgaridad y su fragilidad, de sus rutinas y de sus relaciones donde la protagonista va afrontando su propia situación. Parecería que en este tema todo debería ser más solemne, pero las cosas son así, cuando buscamos lo solemne o lo importante solemos tener problemas para afrontar la vida. Es en su sencillez cotidiana donde es más fácil reír y llorar, recogerse y ofrecerse, descubrir, contemplar y vivir la verdad de las cosas. Para ello solo hace falta una mirada atenta y sensible.

Hoy me encuentro con un libro que se titula El zen y el arte de cuidar gallinas, que afirma en su contraportada: “Incorporar el cuidado de estas aves a la rutina diaria ayuda a ralentizar el vertiginoso ritmo cotidiano, a la vez que nos mantiene enfocados en una alegría simple y recreativa”.

Entonces me acuerdo de que el mismo Jesús ya se había fijado detenidamente en las gallinas y se había comparado con una de ellas.

Y pienso: “Bienaventurados los pobres en el espíritu porque ellos verán a Dios”.

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