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Mostrando entradas de mayo, 2025

DOMINGO VII DEL TIEMPO DE PASCUA. CICLO C FIESTA DE LA ASCENSIÓN (Hch 15, 1-2. 22-29; Sal 66, 2-8; Apoc 21, 10-14.22-23; Jn 14, 23-29)

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¿Es verdad que Dios está en el cielo? NO. ¿Es verdad que Cristo subió a los cielos? NO. ¿Es verdad que ascendió entre las nubes? NO. (Perdón por empezar tan brusco). Si queremos creer en Dios de forma adulta hemos de dejar de pensar en forma mitológica, en esa forma que rechazamos cuando hablamos de los dioses griegos que viven en el Olimpo, que suben y bajan dejando a los pobres humanos abobados y acobardados ante su poder. Pero, entonces, ¿es mentira la ascensión del Señor, es falso lo que celebramos? NO, pero hemos de aprender que los misterios más profundos de la fe, y el central es el misterio de Dios, no caben en las palabras, y que cuando las utilizamos hemos de mirar hacia dónde apuntan y no a la forma en que lo presentan. Dios no está aquí o allá, Dios “es” en todos los lugares, porque todo está en él, como afirmaba Pablo (“En Él vivimos, nos movemos y existimos”, Hch 17,28). Pero si Él, con toda la densidad de su vida, eterna y amorosa, está abrazándolo todo, nosotros camin...

Jornada de Cristología. Diócesis de Zamora

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DOMINGO VI DEL TIEMPO DE PASCUA. CICLO C (Hch 15, 1-2. 22-29; Sal 66, 2-8; Apoc 21, 10-14.22-23; Jn 14, 23-29)

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Si bien es verdad que el amor de Dios está dado incondicionalmente, esto no significa que termine por actuar en nuestras vidas. En el evangelio de hoy se indica una condición para que llegue a nosotros: guardar las palabras de Jesús. “El que me ama -dice Jesús- guardará mis palabras, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él”. Pero, ¿qué significa guardar las palabras de Jesús? No se trata de protegerlas escondiéndolas donde ni nosotros mismos las leamos o las escuchemos. Sabemos que, a Jesús, palabra de Dios encarnada, le gusta andar por los caminos de nuestra vida, incluso si es rechazado o crucificado. Por tanto, no se trata de defender las palabras de Jesús de no se sabe qué. Ya aquí tenemos algo que aprender los cristianos, porque demasiadas veces nos convertimos en guardianes de lo exterior sin apreciar lo interior, como cuando uno se enfada mucho por una blasfemia contra la comunión y luego él nunca comulga, porque no se arriesga a dejarse tocar, en su gloria...

DOMINGO V DEL TIEMPO DE PASCUA. CICLO C (Hch 14, 21b-27; Sal 144, 8-13; Apoc 21, 1-5a; Jn 13, 31-35)

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“Para alabanza y gloria de su nombre”, del nombre de Dios, para esto celebramos la eucaristía. Pero dicho así no suena muy bien, pues parece que nos asimilamos a los que gritan y sacan las banderitas y aplauden al político o al famoso de turno, y terminan por no ser más que una parte del decorado para regodeo de los que solo quieren de ellos la admiración. En la oración litúrgica, sin embargo, a esta frase se añade la expresión “para nuestro bien”. Y es que la gloria de Dios se revela cuando su presencia da vida y vida en abundancia, cuando nos rescata con su fuerza misericordiosa y su perdón de las miserias en las que estamos entrampados, cuando al alentarnos con su mismo Espíritu sale de nosotros lo mejor que se esconde en nuestro interior y no conocemos por vivir ensimismados, cuando la tierra aparece como hogar de todos y se puede vivir sin miedo porque todos son acogidos por todos en la mesa común que Dios quiere hacer de la creación. Por eso, aclamar al Señor, a este Dios manif...

El cuerpo resucitado de Jesús IV

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El cuerpo resucitado de Jesús III

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El cuerpo resucitado de Jesús II

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DOMINGO IV DEL TIEMPO DE PASCUA. CICLO C (Hch 13, 14.43-52; Sal 99, 2.3.5; Apoc 7, 9.14b-17; Jn 10, 27-30)

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Cuando el sacerdote se dispone a leer el evangelio en la eucaristía expresa la intención central de ese acto. Dice: “El Señor esté con vosotros”. Con ello afirma que de lo que se trata, al escuchar el evangelio proclamado, no es de acoger algunas ideas más o menos buenas para la vida, sino de acoger al mismo Cristo que llega como buena noticia, él es el Evangelio. Por eso, al final de la proclamación, dice: “Palabra del Señor”, y toda la asamblea confirma su presencia con alegría: “Gloria a ti, Señor Jesús”. No siempre sentimos que esto es así, porque no siempre celebramos la eucaristía como un rito de encuentro vivo con el Señor. Pero esto es lo que es. En este sentido, se entienden bien las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”. Es importante subrayar que los cristianos seguimos a Jesús escuchando sus palabras. En ellas, Él mismo se va haciendo con nuestra vida para conducirla a la “vida eterna”. Con ellas nuestra c...

TRAS LA MUERTE DE JAVIER. Compañero de presbiterio.

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Así como la alegría apenas necesita ser pensada, la tristeza abre preguntas abismales y no se puede sufrir sin pensar, sin que el dolor mismo levante en nuestros pensamientos dudas, quejas, interrogantes sobre la sustancia de este mundo que, por momentos, se hace cruel sin ninguna razón. Este, en el que vivimos la muerte de Javier, recién ordenado, es uno de ellos. Cuando los cristianos vamos a la Escritura a buscar consuelo, no encontramos respuestas, encontramos hombres y mujeres que han sufrido ante Dios clamando a él con palabras, con lágrimas, con silencios y con gritos, sin encontrar habitualmente más que una presencia que acogía su dolor y abría una promesa que ayudaba a resistir confiando por encima de toda razón. ¿No rezamos así los cristianos ante la cruz? Como ahora Javier, hace veintiocho años, Valentín, otro cura de esta diócesis de mi curso al que tantos queríamos y en el que la diócesis había puesto tantas esperanzas, se ahogó. Me resisto a creer que Dios tenía este pl...

El cuerpo resucitado de Jesús I

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DOMINGO III DEL TIEMPO DE PASCUA. CICLO C (Hch 5, 27b-32.40b-41; Sal 29, 2-13b; Apoc 5, 11-14; Jn 21, 1-19)

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“Después de esto, Jesús se apareció otra vez…”. El capítulo 21, del que hoy leemos el comienzo, se unió a un evangelio ya escrito como testimonio de la presencia viva de Jesús en las generaciones cristianas que no le habían conocido. Podría haber dicho: “Después de esto que sucedió antaño y que os he contado, Jesús sigue con nosotros y la historia de cada uno y de cada comunidad es una historia de reencuentro con él. ¿Creéis que, en el mundo, en ese mar al que tantas veces le cuesta soltar su riqueza y en el que el evangelio se muestra no pocas como sin futuro, mi palabra sigue siendo una palabra de vida?”. El relato de hoy no cuenta simplemente un hecho pasado, sino que se añade al evangelio como signo de todo encuentro futuro con Jesús. Para que este se dé, es necesario leer, releer de continuo su historia, meditarla con un corazón atento y una mente abierta, con la mirada recogida en Dios y las fuerzas entregadas a la vida y a las llamadas del trabajo de cada día. Así sucede en el...