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Mostrando entradas de febrero, 2025

DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (1Sam26, 2-23; Sal 102; 1Cor 15, 45-49; Lc 6, 27-38)

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“A vosotros que escucháis os digo”. Así comienza el evangelio de hoy. Una expresión que subraya que Jesús solo habla, o mejor, que solo le pueden comprender los que escuchan. Porque muchos llegan a él solo para recibir un beneficio, sin el mayor propósito de escuchar nada. “Os digo que me buscáis porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece”, dice en otra ocasión queriendo despertar a los que le siguen de un ensimismamiento quizá comprensible, pero paralizador. Y sigue: “Trabajad por el alimento que perdura para la vida eterna” (Jn 6, 26-27). Y esto es lo que ofrece el evangelio de hoy, las normas de la nueva vida, de la vida que abre las puertas a la vida en un mundo de muerte, la sabiduría de la fe que resiste la oscuridad de un mundo que no deja la luz viva que contienen estas palabras y las aborta en la carne de la historia. Por eso, estas palabras necesitan la escucha atenta de la voz de Cristo, no del Cristo que vivió y las dejó como unas simples ...

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Jer 17, 5-8; Sal 1, 1-6; 1Cor 15, 12.16-20; Lc 6, 17.20-26)

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Una de las formas de meditar el evangelio es seguir la mirada de Jesús en él. Mirada atenta, compasiva, indignada… que manifiesta los afectos de su sensibilidad y descubre lo escondido de nuestros corazones. Una mirada que, sin saberlo, esperamos desde siempre para poder recogernos, descansar, renovarnos; una mirada que nos identifique como amados y, por eso, perdonados; una mirada donde siempre encontremos el futuro abierto; una mirada en la que comprender la verdad de nuestra vida y encontrar aliento para seguirla. Pero, a la vez, una mirada que nos incomoda por que se abre paso a través de nuestras mentiras y deja al descubierto nuestros intereses y complicidades ocultas, nuestros miedos y justificaciones paralizantes, nuestros pecados y vergüenzas innombrables. No es suficiente para el discípulo de Jesús sacar del evangelio ideas para vivir, es necesario cruzar la mirada con él. Porque las ideas las podemos manipular, pero su mirada penetrante busca nuestro interior para amarlo...

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Is 6, 1-8; Sal 137, 1-8; 1Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11)

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Tengo la sensación de que algunos evangelios piden una reflexión que los reconstruya a partir de nuestra propia situación. Esto me pasa con el de hoy. Jesús anima a algunos de los que serán sus discípulos a echar las redes después de que su trabajo esforzado no ha conseguido nada en toda la noche. Cuando lo hacen siguiendo su palabra consiguen una pesca abundante. Pero ¿qué pasa con nuestros esfuerzos por hacer la voluntad de Dios cuando ponemos en ellos todo aquello de lo que somos capaces y no conseguimos nada? ¿Hemos de acusarnos de falta de fe en su palabra, o de falta de esfuerzo, o de ignorancia para hacer las cosas como se debía? Yo creo que no siempre, porque no hay que esperar (esto no sería fe, sino ingenuidad) que la palabra del Señor se cumpla siempre en el espacio de nuestra vida histórica. Se trata de “remar mar adentro” dice el evangelio, que podría interpretarse como pensar las cosas desde el espacio que no dominamos, desde la lógica, el sentido y la eficacia última que...

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO. FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR. CICLO C (Mal 3,1-4; Sal 23,7-10; Hb 2,14-18; Lc 2,22-40)

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Al final de la vida de Jesús, estando en el Templo, se fija en una viuda pobre que da lo que necesitaba para vivir. No ofrece lo que le sobraba, lo que no le hacía falta, sino, como subraya Jesús, lo que necesitaba para vivir. Y lo que nos hace falta para vivir, a ella y a nosotros, es sobre todo un sentido, y esto es lo que encuentra la viuda al darse del todo. Eso es lo que está en juego en el gesto de la viuda que se hace profecía de la entrega de Jesús por todos. Esto es lo que el pueblo de Israel ritualizaba al entregar los primogénitos al Señor. Los ponía en sus manos como diciendo: Esto es el fruto de la vida que me has dado, pero de qué me serviría si no lo pusiera allí donde puede ser útil y fecundo y bueno. Y después, la vida ofrecida del primogénito no se quedaba en el Templo, pues estaba destinada como todo a dar vida al mundo y, por eso, se dejaba un signo de gratitud, “un par de tórtolas o dos pichones”, y se volvía a la vida cotidiana para entregarse allí al Señor. Aunqu...