DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Is 58, 7-10; Sal 111, 1-9; 1Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16)

¿Para qué estamos en el mundo? Muchos han desistido de hacerse esta pregunta porque consideran que no tiene respuesta, que no somos más que el fruto sorprendente de un universo sin dirección. A su lado están los que afirman que todo está escrito en las estrellas, que estas marcan un destino a cada uno del que difícilmente puede salir, por más que lo intente. Nosotros, los cristianos, ¿qué decimos? A veces hemos dado la impresión de que pertenecemos estos últimos, pues Dios tendría escrita nuestra historia y nuestro destino en su pensamiento; y que estamos para cumplir una vocación ya determinada. Esto lo afirman especialmente los que se sienten a gusto con la vocación de vida que llevan, pero es más difícil de afirmar para aquellos, seguramente la mayoría, a los que la vida les trae y les lleva, los que atraviesan caminos inciertos y han experimentado callejones sin salida, los que no terminan de encontrar una línea recta que defina su ser. Quizá sea más acertado decir que Dios al cr