Entradas

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO (Jer 23, 1-6; Sal 22, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34)

Imagen
¿Cómo se puede descansar en un deserto?, porque esto es lo que les propone Jesús a los discípulos cuando vuelven a él después de la misión que les había encomendado. Es necesario pensar esto, porque el desierto es un lugar de muerte y allí el descanso remite a otra cosa: “Descanse en paz”, decimos. ¿Descansar en la muerte? ¿Es esto lo que quiere decir? Quizá sí, pero ¿en qué sentido? Los trabajos humanos nos agobian en especial por dos cosas. Porque son excesivos para nuestras fuerzas, es decir se nos imponen desmedidamente por parte de otros, o porque pretendemos hacer más de lo que podemos para dominar y exprimir nuestro espacio de vida. Es decir, por la opresión y porque no medimos nuestras fuerzas. Una y otra razón se apoya en que queremos hacer de nuestro el mundo un paraíso y, sin embargo, este termina siempre por ser un desierto de muerte. Pero esto no lo pensamos, vivimos como si fuéramos eternos o como si pudiéramos serlo a base de nuestro esfuerzo. Es aquí donde aparece el de

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO (Am 7,12-15; Sal 84, 9-14; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13)

Imagen
A veces pienso que en la Iglesia nos ha pasado lo que ya advertía Jesús a su generación. Él estaba en medio con fuerza para expulsar demonios y, sin embargo, estos, dice el texto, se volvieron más listos para engañar a los hombres y la situación resultó peor (Mt 12,43-45). Pues, ¿acaso no terminó Jesús en la cruz condenado y abandonado por los suyos (Jn 1,11)? Es verdad que hoy, en este cambio de sociedad tan radical que estamos viviendo hemos de pensar las estructuras de la Iglesia y sus doctrinas para diferenciar la forma de su sustancia, lo histórico de lo eterno. Pero, sin duda, lo más difícil es ponernos ante el Señor, frente a frente, y dejar que él expulse de nosotros todos nuestros demonios. Unos demonios que muchas veces utilizan incluso frases y pensamientos de Jesús para hacernos creer que estamos con él cuando solo estamos con nosotros mismos. ¿Cómo si no distinguiremos lo verdadero de lo falso? Ayudar en esta tarea es la misión de aquellos a los que el Señor eligió como op

EL ESCAPULARIO (Relato breve para comenzar la novena del Carmen)

Imagen
 

DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (Ez 2, 2-5; 23-24; Sal 122, 1-4; 2Cor 12, 7-10; Mc 6, 1-6)

Imagen
No fue fácil reconocer la presencia de Dios en Jesús. Estaba demasiado pegada a la vulgaridad de nuestras cosas. No fue fácil. Solo había que mirar a sus parientes para desconfiar de que Dios se hiciera presente en él. Y, sin embargo, algo había en él que sorprendía, que atraía, que provocaba, que no dejaba indiferente a nadie. Pero este algo podía caer del lado del seguimiento o del escándalo. Y así sigue siendo. ¿No somos hoy sus hermanos, los creyentes, demasiado vulgares también? Y ¿no difuminamos igualmente, con esta vulgaridad tan pegada a la vida del mundo, el brillo de su presencia y de su gracia? ¡Tantos se escandalizan al tropezar con este envoltorio que lo hace presente hoy y que somos nosotros mismos! Y, sin embargo, aquí se muestra la humildad y la misericordia de su presencia que habita en el mundo como una semilla a la que no terminamos nunca de dejar nacer, pero que, incluso así,  va fecundando pacientemente la vida del mundo. Y a nosotros nos toca, como a los discípulo

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO (Sab 1, 13-15; 2, 23-24; Sal 29, 2-13; 2Cor 8, 7.9.13-15; Mc 5, 21-43)

Imagen
No les fue fácil comprender a los discípulos qué eran los milagros, qué quería Jesús decir con ellos. No lo era porque al dolor que nos causa el sufrimiento no le gusta pensar, solo quiere gustar el bienestar. Por eso, habitualmente ellos y las gentes que le rodeaban solo buscaban arreglos concretos para la vida. Jesús, sin embargo, con sus acciones quería dejar signos de una vida que Dios ha sembrado y está haciendo nacer en el mundo, y cuyo fruto solo puede realizarse atravesando la historia, a veces tan oscura y dura, de los días de nuestra vida. Despierta  (verbo  egeiro  en griego), le dice Jesús a la niña, como nos dice a nosotros. Y la niña se levantó (verbo  anístemi , en griego) inmediatamente, como quiere que hagamos nosotros. El texto nos muestra que de la mano de Cristo y con la fuerza de su palabra evangélica podemos atravesar todas las muertes que pesan sobre nosotros y entrar en una vida llena solo de vida. De hecho, estos verbos son los que van a utilizar los evangelis