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Mostrando entradas de octubre, 2023

DOMINGO XXX. CICLO A. (Ex 22, 20-26; Sal 17, 2-4.47.51;1Tes 1, 5c-10; Mt 22, 34-40)

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Vivimos como si para ser nosotros mismos necesitáramos convencer o someter a los demás a nuestros razonamientos. Lo mismo nos pasa con Dios. Y experimentamos cómo el corazón no se deja convencer fácilmente, ni siquiera cuando los otros y Dios nos traen buenas noticias, porque incluso buenas descomponen nuestro pequeño mundo, que por más estrecho que sea es el nuestro. En el capítulo 22 de Mateo, que seguimos leyendo este domingo, aparece la tercera de las discusiones de los dirigentes judíos con Jesús para someterlo a su judaísmo estándar. Estos debían haber estado preparados para reconocer la llegada de Dios y su buena noticia de la salvación, pero su mundo se ha solidificado y allí se han hecho cómodos. No será bueno criticarles, pues parecen un reflejo de nuestro propio corazón, siempre en lucha con Dios para atraerlo y someterlo a nuestro servicio o expulsarlo de nuestro mundo. Jesús pacientemente acepta la discusión hasta llevarles a lo que ya sabían y no quieren ver porque es d

DOMINGO XXIX. CICLO A. (Is 45, 1. 4-6; Sal 95, 1-10;1Tes 1, 1-5b; Mt 22, 15-21)

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Solo hay una forma de estar al lado del Señor con verdad: aceptar que continuamente nos sobrepasa llamándonos a arrancarnos de nuestros acuerdos escondidos con la pereza, la mediocridad y el pecado. Cuando esto sucede, y uno se abre verdaderamente a la escucha de su vida, no puede dejar de sentirse fascinado por el horizonte que abre y querer seguir sus pasos. Pero, a la vez, uno no puede dejar de reconocer que la propia voluntad está demasiado atada por las fuerzas de la inercia y de los intereses de la propia vida. Entonces se forma una mezcla de alegría por saberse llamados y pena por no ser capaces de estar a la altura. Y uno puede emprender el camino de la humildad y la confianza, que son las únicas actitudes que nos dan la capacidad de acoger su llamada. Todo lo demás me temo que es hipocresía y pactos con el diablo, por más que tenga la forma de religiosidad honorable. Y esto es lo que creo que está detrás del evangelio de hoy en el que la voz de Jesús se alza con un tono fu

"Es necesario que el burro sea grande". Reflexiones sobre lo grande y lo pequeño

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  Puedes leer el texto en este link:   http://www.entretiempodefe.es/lograndeylopeque%C3%B1o.pdf

DOMINGO XXVIII. CICLO A. (Is 5, 1-7; Sal 22, 1-6; Flp 4, 12-14.19-20; Mt 22, 1-14)

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E sta boda que la parábola de hoy nos ofrece para discernir nuestra vida afirma que, después de que todo estaba preparado, el Señor mando a sus criados a llamar a todos a participar de ella. Podríamos recordar ese texto del Apocalipsis: “Bienaventurados los invitados a las bodas del Cordero” (19,9). Y podríamos pensar toda la historia, desde la creación, a Dios preparando un espacio y un tiempo donde el Hijo nos abrazara hasta hacernos uno con él, en el que compartiera su propio ser con todos para alegría perpetua de la humanidad, vestida de novia eternamente, eternamente amada y así eternamente viva. Toda la acción de Dios solo para preparar este encuentro donde el Hijo diga a la humanidad y la humanidad le diga al Hijo: “Eres carne de mi carne y hueso de mis huesos”, y se unan en una danza universal donde resuenen los cantos de gloria de Dios sobre su obra. Pero, después de estar todo preparado, de estar todo dado, hay algo en nosotros que no quiere dejarse abrazar, hay algo de n

DOMINGO XXVII. CICLO A. (Is 5, 1-7; Sal 79, 9.12.13-16.19-20; Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43)

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Todos necesitamos un espacio propio, y uno de los trabajos que empeñan nuestra vida es encontrarlo y hacer de él un lugar tranquilo, ancho, cómodo, seguro… Así está bien. Cuando Dios crea el mundo como hogar de la humanidad parece pensar esto. El primer capítulo del Génesis parece suponer que su designio le pensaba presente ante cualquiera de sus hijos diciéndoles: Todo esto es para ti, hazlo tuyo. Así está bien. Sin embargo, existe una deriva perversa que deforma este movimiento. Consiste en pensar que el centro de la vida está en mí y no en Dios, es decir, que el mundo es nuestro en singular y no de Dios en un plural humano, en un para todos. Entonces, el espacio que Dios ofrece para bendición de todos y cada uno, el lugar de vida donde todos pueden sentirse bendecidos personalmente, se transforma en un espacio de lucha donde unos terminan teniendo más de lo que pueden abrazar y otros viviendo en una estrechez mortal. Y esto porque olvidamos que el espacio propio es el lugar de la