Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2022

Fariseos del montón

Imagen
Algunos textos tienen la capacidad de envolvernos en su trama y arrancar nuestras protecciones de forma que terminamos por ver lo que habitualmente nos ocultamos a nosotros mismos. Los textos de Flannery O’Connor son así. En su relato  Revelación  se encuentra este diálogo que es el inicio de una historia de redención en la que primero los personajes deberán morir: “Algunas veces por la noche, cuando no podía dormir la señora Turpin se distraía preguntándose quién hubiera elegido ser si no hubiera podido ser ella misma. Si Jesús le hubiera dicho: ‘Solo tienes dos plazas disponibles. Puedes ser o bien negra o bien basura blanca’, ¿Qué hubiera contestado ella? ‘Por favor, Jesús, por favor, déjame esperar hasta que haya otra plaza disponible’ […] Finalmente habría dicho: ‘Está bien, hazme negra, pero no una basura negra’ Y ella hubiera sido una aseada, limpia y respetable mujer negra, como era ella, pero negra”. Atreverse a seguir leyendo hasta el final es arriesgarse a entrar de verdad

DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Eclo 27, 4-7; Sal 91; 1Cor 15, 54-58; Lc 6, 39-45)

Imagen
Una de las señales de que el Espíritu de Dios está en nosotros es que sabemos distinguir el bien del mal. Ahora bien, también este don de Dios, necesario para la construcción del mundo, se puede pervertir, como cuando el agua pura de un manantial atraviesa un estrato de tierra con sustancias nocivas y se envenena. Es aquí donde se sitúa la advertencia del Señor. No es que percibir el mal en los otros sea malo, por el contrario, es un signo de salud. Jesús mismo lo distinguía con nitidez. Aquí se apunta a otro tema, a ese intento de querer someter al otro a una purificación de su vida sin tener en cuenta que la nuestra la necesita igualmente. Y no es que no haya que advertir al otro y ayudarle a salir de las trampas de su pecado, si esto fuera así no tendría sentido la corrección fraterna y esta es necesaria. El problema está en ese movimiento inconsciente que hace que, al ver el mal fuera de nosotros, nos identifiquemos demasiado deprisa con el bien y queramos ser maestros sin asumir a

DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (1Sam26, 2-23; Sal 102; 1Cor 15, 45-49; Lc 6, 27-38)

Imagen
Cuando uno ha sido despreciado o maltratado y oye las bienaventuranzas de Jesús descubre su verdadero ser, aquel que Dios pensó para él: “Bienaventurado tú porque tienes sitio en mi Reino”. De esta manera, toma conciencia de que su vida es valiosa y que, en última instancia, está protegida por Dios. Si uno se entrega a la bienaventuranza, si la acoge en su corazón, puede quedar libre del miedo y comenzar a vivir con una libertad de espíritu que no necesita afirmarse a través de las habituales luchas de poder y prestigio del mundo. Sin embargo, puede pasar que este respaldo de Dios lo vivamos como una afirmación de nuestra superioridad sobre aquellos que nos habían herido, y se instale el resentimiento en nuestro corazón. Entonces la bendición de Dios no alcanza a convertirse en bienaventuranza, sino que queda presa de la espiral de luchas y conflictos de nuestras relaciones. Es aquí donde, después de las bienaventuranzas del domingo pasado, se proclama la palabra del Evangelio: “am

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Jer 17, 5-8; Sal 1, 1-6; 1Cor 15, 12.16-20; Lc 6, 17.20-26)

Imagen
No conviene engañarse y pensar que la bienaventuranza que ofrece Jesús coincide con el bienestar emocional. Jesús sabe que el hombre apenas puede sostenerse bajo el peso y las contradicciones de este mundo y que antes o después cae, que no tiene ni tendrá nunca un poder omnímodo para cambiar situaciones que le hacen sufrir; y que, por tanto, tendrá que atravesar páramos de dolor, desiertos de soledad y angustia, que tendrá que convivir con momentos de angustia e impotencia desgarradora. La palabra de Jesús no promete facilitar el camino o serenar el alma, sino injertarla en un tronco vivo y vivificador que no dejará, pese a todo, que se pierda. Por eso las bienaventuranzas deben ir acompañadas por el anuncio de la resurrección. Como dice Pablo: “Si Cristo no ha resucitado nuestra fe no tiene sentido”. Y es que en Jesús resucitado comprendemos que era verdad que Dios se ofrecía como hogar vivo de amor eterno donde sostenernos y hacer fecunda nuestra vida. Al confiar en él dejamos de c

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Is 6, 1-8; Sal 137, 1-8; 1Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11)

Imagen
Después del “Hoy se ha cumplido” de estos dos domingos pasados, el evangelio que se nos proclama este domingo explicita este hoy como un tiempo amplio que quiere abrazar a todos. Por eso Jesús se dirige a una muchedumbre indiscriminada. Habla al deseo que busca y no se conforma con lo dado adaptándose a la mediocridad; a los anhelos del corazón que, suscitados por los impulsos de la vida, parecen no hallar un nido fecundo que los colme; a las aspiraciones que necesitan encontrar un camino que las sitúe como espacios de humanización. Por eso,  es fácil reconocernos  en esa muchedumbre que escucha . En este camino en el que Jesús quiere cruzarse con el de todos nunca está solo, parece necesitarnos para que demos cuerpo a sus palabras y a sus gestos, y de esta manera pueda extender de tú a tú, en la vida cotidiana, su halo de vida y misericordia. Por eso, a Pedro le pide su barca, para que haga de ella un lugar de expresión de su presencia. Vemos entonces cómo el Señor solo nos pide lo qu

Inadaptados

Imagen
El ser humano nunca está del todo cómodo en el mundo porque antes o después tropieza con contradicciones irresolubles. Y es que la vida no es un puzzle con piezas predefinidas que encajan perfectamente construyendo así una imagen acabada si uno se esfuerza lo necesario y tiene un poco de paciencia.  Esta es la razón por la que los seres humanos buscamos de continuo ‘pócimas’ que transformen las contradicciones cotidianas en espacios armónicos donde todo se desarrolle plácidamente. Intentamos crear sociedades con roles predefinidos y formas unánimes, y expulsamos a los inadaptados; intentamos que las relaciones se ajusten a lo que necesitamos, y por eso tendemos a someter a los demás a nuestras formas de ver y organizar la vida; intentamos proteger la vida de toda amenaza, y por eso somos tan supersticiosos… Y lo peor es que como no lo conseguimos nos enzarzamos en acusaciones que nos enfrentan y que nos hacen sufrir aún más. En este contexto podemos decir que la fe cristiana es la re