DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Num 11, 25-29; Sal 18, 8-14; Sant 5, 1-6; Mc 9, 38-48)
El evangelio de hoy termina con unas indicaciones que parecen excesivas. ¿Hay que cortarse la mano o arrancarse el ojo si nos incitan a pecar? Se me ocurre que Jesús está intentando cortar vías de huida a nuestro afán por vivir un cristianismo light. No se puede ser de los suyos sin una lucha sin cuartel contra el pecado (podríamos identificar la mano con la codicia y el ojo con la envidia, por ejemplo). Su evangelio no es para los que se conforman con una misericordia que no toma en serio que el pecado nos destruye, y se esconden diciendo que la santidad es solo para algunos elegidos de Dios a los que les da una fuerza especial. ¿A quién le gustaría encontrar un médico que se compadeciera de él y le dijera que está de su parte, pero que no le diera un tratamiento para luchar contra la enfermedad? Pero todos sabemos que podemos necesitar un tratamiento altamente agresivo con nuestro cuerpo si queremos sanar. Sabemos por Jesús que Dios ensancha la puerta de su Reino para que puedan en