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Mostrando entradas de febrero, 2023

PREJUICIOS

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A veces no imaginamos hasta qué punto las leyes de nuestra sociedad que parecen iguales para todos, se aplican con prejuicios e intereses ocultos. La educadora Jane Elliot lo ponía de manifiesto a través de una simple propuesta en una conferencia: “Quiero que se ponga de pie -decía- cada persona blanca de este salón que estaría feliz de ser tratada de la manera en que esta sociedad en general trata a los ciudadanos negros”. Esto mismo hace Nana Kwame en los relatos de su libro  Friday Black . A través de historias, a veces esperpénticas, como  Los cinco de Finkelstein , desestabiliza el fluir ingenuo y cómplice de nuestra vida. En esta una fiscal argumenta, casi con desesperación, para que se haga justicia a cinco niños negros asesinados por un blanco: “Soy una de esas personas lo suficientemente tontas como para pensar que existe una diferencia entre el bien y el mal. De alguna manera. Todavía. Por favor, demuéstrenme que no soy una necia. Demuestren a los padres de esos niños que no

MÚSICA PARA CUARESMA

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Hace poco he descubierto estas piezas de Pêteris Vasks que me parecen muy cercanas al tiempo de cuaresma.  Vasta dejarlas de fondo en el silencio de nuestra oración.  Creo que ayudan a escuchar el camino de la humanidad, sus anhelos, sus silencios, su dolor, su espera de la tierra prometida...      ...  y presentarse ante Dios con un corazón común. El primero se titula  Luz distante  (¡Qué adecuado!) (29 minutos) https://www.youtube.com/watch?v=DiJVIqVYb1w El segundo Presencia, (como la columna de nube que acompañaba al pueblo en el desierto) (36 minutos) https://www.youtube.com/watch?v=fSA7pw11WqQ Y otro más corto (5'30 minutos) con un texto de la Madre Teresa de Calcuta: "El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio; el fruto del servicio es la paz".  https://www.youtube.com/watch?v=vPsKbB7qeJk

DOMINGO I DE CUARESMA. CICLO A (Gen 2, 7-9; 3, 1-7; Sal 50, 3-4.5-6ab.12-13.14y17; Rom 5, 12-19; Mt 4, 1-11)

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La tentación es el lugar donde nuestra vida termina por hacerse cristiana. Si bien es en el encuentro con Cristo donde comienza, es solo en la tentación donde se consuma. Por eso, la vida de los cristianos no es una comedia de acción basada en el amor, sino un drama, siempre un drama, en el que el argumento es un combate en el que o se vence o se es vencido. Sin término medio. Decía Orígenes, uno de los grandes teólogos de los primeros siglos de la Iglesia, que “la tentación hacía del creyente un mártir o un idólatra”. Y así es. Es frente a ella donde podemos hacer que la presencia de Cristo verdaderamente tome verdadera carne y sangre en nuestra vida. Frente a ella hemos de decidir si nos decidimos por ser uno con Cristo o si lo convertimos en algo así como una estampa protectora de nuestros intereses. Parecería, entonces, que tenemos la partida perdida, pues ¡son tantas las veces que caemos, a veces incluso sin apenas darnos cuenta! Son tantas que la vida de Jesús parece que no tie

UN ALMA DE DIOS

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“Madame Aubain se impacientó. ¡Cuatro días sin noticias! Para que se consolara con su ejemplo, Felicidad le dijo: - Pues yo, señora, hace seis meses que no tengo carta… - ¿De quién? La criada le contestó despacio: - Pues… de mi sobrino. - ¡Ah, tu sobrino! –y madame Aubain se encogió de hombros, reanudó su paseo, lo que quería decir: «¡Ni me acordaba de él!... Además, a mí que me importa. Un grumete, un zarramplín,, ¡vaya una cosa!... Mientras mi hija… ¡Qué ocurrencia!...». Felicidad, aunque de crianza rústica, se indignó con la señora, luego olvidó. Esta conversación, tomada de Un alma de Dios de Gustave Flaubert, muestra hasta qué punto el sentimiento de superioridad nos hace insensibles a los sufrimientos de los demás, que no pocas veces son mucho mayores que los nuestros. Y apunta, como todo en esta pequeña obra, al testimonio evangélico de los pequeños que, a pesar de todo, olvidan, es decir, perdonan mostrando a Dios mismo. Texto tomado de Gustave Flaubert,  Un alma de Dios , Nór

DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Lev 19, 1-2.17-18; Sal 102, 1-2.3-4.8-10.12-13; 1Cor 3, 16-23; Mt 5, 38-48)

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Hay una forma de ser que nos hace amables para los que nos rodean, que nos da un puesto aceptable entre ellos; es una forma de ser que marca un camino común en el que todos, sin apenas ponernos de acuerdo, nos encontramos. Esta forma de ser define la moral común y suele ser muy concreta: Esto es aceptable – esto no / esto se puede decir – esto no / esto se debe hacer – esto no hace falta. Ahora bien, esta forma de pensar y actuar común no siempre apunta al bien, demasiadas veces está atada a la forma de pensar y de vivir de un grupo y también a sus intereses (a veces ocultos). Para los cristianos, las cosas no son así. O al menos no deberían ser así. Para nosotros la rectitud de la vida la da su capacidad de reflejar la vida misma de Dios. Por eso, lo que se nos pide, aquello que el Espíritu nos susurra desde dentro y la misma vida de Jesús desde fuera, parece siempre excesivo, como vemos hoy en el evangelio.   La pregunta con la que debemos confrontar nuestra lógica, nuestra sensibi

EN SOCIEDAD

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La escritora portuguesa Sophia de Mello consigue desmontar, en un cuento de apenas cuatro páginas titulado  Retrato de Mónica , ese cliché diabólico que habita en nuestro interior y que nos dice que la persona alcanza su máximo valor cuando se presenta en sociedad con un currículo de vida perfecto, sea en lo personal, en lo social o en lo laboral. “De hecho -dice la escritora- para conquistar todo el éxito y todos los gloriosos bienes que poseía, Mónica tuvo que renunciar a tres cosas: a la poesía, al amor y a la santidad. La poesía se le ofrece a cada persona una sola vez y el efecto de negarla es irreversible. El amor se ofrece raramente y el que lo niega algunas veces, después ya no vuelve a encontrarlo. Pero la santidad, ¡ah!, la santidad se le ofrece a cada persona cada día nuevamente y por eso los que renuncian a la santidad están obligados a repetir la negación todos los días”. Toda la vida de Mónica era lo que tenía que ser y, sin embargo, toda ella estaba vacía de poesía,

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Eclo 15, 15-20; Sal 118, 1-2.4-5.17-18.33-34; 1Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37)

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La vida siempre se desarrolló en torno a manantiales o ríos. El hombre necesita agua que haga fecundos los campos y sostenga su cuerpo. El don primigenio de la vida es el agua, donde ella brota allí hay vida. De la misma manera, el don primigenio del espíritu es la ley de Dios. No le basta a Dios con entregarnos la vida, sino que la bendice orientándola con su palabra. Su ley no es un castigo, ni una imposición arbitraria, sino la escuela donde la vida se reconoce a sí misma en su grandeza. Donde se cumple su ley, allí se respira la vida. Así fue desde el inicio, y así sigue siendo. La misericordia de Dios no se expresa como liberación de su ley, sino como ofrecimiento de una ley que, surgiendo natural de nuestro corazón, fecunda todo lo que existe a nuestro alrededor. Esto es lo que nos dice el evangelio de hoy. Si eliminamos la ley de Dios (la de Dios, no los sucedáneos que tantas veces creamos los seres humanos solo para afirmarnos a nosotros mismos) la vida se vuelve inhóspita. P

UN POEMA DE VIDA

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Conocí a Gloria Fuertes de niño, aunque mi amistad literaria con ella llegó después de leer uno de sus poemarios para adultos.  Al terminar el primero que leí, comprendí hasta qué punto lo que parecían simples ripios y superficiales e infantiles formas, ocultaban una historia verdadera, una humani dad profunda, sufriente, entregada. Así lo expresa en el prólogo de  Mujer de verso en pecho : “Estas palabras que agrupo/ os llevan a mis ideas,/ os dibujan mis emociones,/ os cuentan mis sentimientos,/ os descubren mis inventos/ y os confiesan mi modo de amar”. Me gustaría recordar uno de esos poemas que ella llamaba ‘Autobios’, como homenaje a quien supo transformar un sufrimiento, que la acompañó hasta sus últimos días, en amor por la humanidad, en especial por la humanidad que espera en los niños. Dice así: “Yo me recuperé/ de la infelicidad de mi infancia./ …Y en vez de ser adolescente delincuente/ o puta precoz,/ me hice buena gente./ ¡Porque Dios es un santo!”. Texto tomado de Glori

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Is 58, 7-10; Sal 111, 1-9; 1Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16)

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¿Para qué estamos en el mundo? Muchos han desistido de hacerse esta pregunta porque consideran que no tiene respuesta, que no somos más que el fruto sorprendente de un universo sin dirección. A su lado están los que afirman que todo está escrito en las estrellas, que estas marcan un destino a cada uno del que difícilmente puede salir, por más que lo intente. Nosotros, los cristianos, ¿qué decimos? A veces hemos dado la impresión de que pertenecemos estos últimos, pues Dios tendría escrita nuestra historia y nuestro destino en su pensamiento; y que estamos para cumplir una vocación ya determinada. Esto lo afirman especialmente los que se sienten a gusto con la vocación de vida que llevan, pero es más difícil de afirmar para aquellos, seguramente la mayoría, a los que la vida les trae y les lleva, los que atraviesan caminos inciertos y han experimentado callejones sin salida, los que no terminan de encontrar una línea recta que defina su ser. Quizá sea más acertado decir que Dios al cr