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Mostrando entradas de diciembre, 2020

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE MARÍA MADRE DE DIOS

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No basta Dios (perdón si parezco contradecir a Santa Teresa). Él mismo ha querido no bastar. Demasiadas veces lo dejamos todo en sus manos, como nuestros deseos hacia los demás en momentos como la Navidad. Sin embargo, él mismo parece decirnos hoy que necesita nuestra bendición para bendecir. Así podría sintetizarse la primera lectura: “Bendecid -dice el Señor- entonces yo bendeciré”. No basta Dios para bendecir, necesitó la bendición de María, Él mismo lo quiso. Todo para sus hijos, nada sin sus hijos, porque el amor de Dios no humilla, sino reconoce, estimula, suscita, alienta, nos hace grandes con lo que nos pide y nos da. Si pensamos en el título dado a María hoy, podemos decir: ¿no es excesivo? Pero así lo ha querido Dios. Entrar en el mundo dado a luz por la misma humanidad. Ahora bien, cuando bendecimos nos damos cuenta de nuestra pobreza, de los límites de nuestras palabras y nuestros gestos, de nuestra impotencia para crear vida, para sostenerla, para llenarla de alegría p

MEDITACIÓN NAVIDEÑA

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  ¿A qué compararé la Navidad?  Es semejante a la levadura que toma una mujer y la esconde en la masa hasta que todo fermenta . La Navidad no es nuestra es de Dios, de ese Dios que, amasando el mundo con su amor, para que esponje añade su propia vida. Y entre golpe y golpe se mezcla hasta hacerse uno con todo. Y todo para que todo se ensanche, se eleve y sepa a pan y a hogar. No es nuestra la Navidad. Nosotros somos solo la masa anhelante, el deseo siempre renovado, el querer y no poder que recibe la vida eterna, esa levadura que es el Hijo del Padre. No es nuestra, de los cristianos. Nosotros somos los que celebramos este gesto que no evita ningún golpe, pero que ahora los sabe habitados por una fuerza de amor que atravesando el horno de todo sufrimiento le da una forma nueva, amplia, viva, alegre. Es de Dios la Navidad, nosotros la celebramos, pero nos queda añadir que es para todos la Navidad. Lo sepan o no, lo crean o no. ¡Es tan difícil creer que la levadura puede dar vida

CUENTO-REFLEXIÓN PARA EL IV DOMINGO DE ADVIENTO (2Sam 7,1-5.8b-12.14a.16; Sal 88; Rom 16,25-27; Lc 1, 1-8)

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Leamos el evangelio del revés. Veamos a María encinta como señal para Isabel. Salió el ángel Gabriel de las tierras santas de Dios para buscar asiento para su vida. A buscar un portal donde Dios mismo pudiera recogerse y ofrecer lo que desde la eternidad vivía: luz, vida, amor. Infatigable, el ángel recorría las estepas del mundo y las calles bulliciosas de los hombres buscando un sitio nuevo, virgen, donde Dios al recostarse pudiera sentir la alegría creadora con la que comenzó a modelar el barro de la tierra, y consumar su obra. Pero en todos a los que el ángel se dirigía encontraba miradas de escepticismo e incluso de desdén. “En este mundo tan viejo, donde todo está gastado, herido y sucio, qué esperas encontrar”. Por fin el ángel se detuvo en casa de una mujer mayor, Isabel, y comenzó a referir su misión como si ella fuera la elegida, pero la mujer, agachando la cabeza y envuelta en una triste melancolía, pensaba que para ella había pasado la hora. ¡Estaba tan marcada por la p

DOMINGO III DE ADVIENTO (Jn 1, 6-8.19-28)

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  Propuesta de oración  en forma de diálogo interior  con uno mismo Yo no soy la luz, ¿Cómo lo iba a serlo envuelto como estoy por oscuridades interiores? Yo no soy la luz, soy solo esa tenue sombra que nace cuando empieza a levantarse el sol; y sombra como es habla de la luz que nos visita.   Yo no soy la vida. ¿Cómo iba a serlo si estoy vestido de desierto, de sed de amor y plenitud? Yo no soy la vida, soy esa tierra que siente el frescor del agua que fecunda sus entrañas y proclama con sus brotes la esperanza para todos.   Yo no soy la palabra. ¿Cómo iba a serlo si mi voz tropieza de continuo con el miedo y la mentira? Yo no soy la palabra, soy un balbuceo que quiere cantar el tiempo nuevo que susurra vivo en su interior.   Yo no soy, pero llega EL-QUE-ES, El que alumbra toda sombra y fecunda toda estepa y suelta toda lengua para que cante el canto del amor.   Ya llega, y yo que lo espero solo invito a todos a esperar

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE LA INMACULADA (Gn 3,9-15.20; Sal 97; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1.26-38)

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Parecería que ya pasaron los tiempos del miedo a la desnudez y que, de estar paseando Dios entre los hombres, como en el jardín del Edén, nadie se escondería por miedo a ella. Sin embargo, las cosas quizá no sean tan claras. En estos momentos la desnudez física se ha convertido en un vestido más a través del que se intentamos mostrar nuestro valor, nuestra relevancia, nuestra libertad, nuestro poder… Finalmente termina por ser un ropaje más con el que cubrimos la única desnudez de la que seguimos teniendo miedo: la vulnerabilidad, nuestra pobreza más profunda, esa que nunca mostramos, la que cuando se hace presente nos hace huir de una u otra forma, sea de los demás o Dios. Una vulnerabilidad que está unida a lo que no controlamos de nuestra vida. Y todo porque nos querríamos presentar dueños de nosotros mismos, señores de nuestra propia vida… En este sentido, no hace mucho decía Fabrice Hadjadj, con una atrevida comparación, que mucho más desnuda que una actriz pornográfica en una p

REFLEXIONES SOBRE EL II DOMINGO DE ADVIENTO (Is 40,1-11; Sal 84; 2Ped 3, 8-14; Mc 1, 1-8)

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“Comienza el Evangelio”. Así comienza el evangelio de hoy, de este año, de todos los tiempos. Pero este comienzo que escuchamos hoy nos envía más atrás, a los tiempos de Isaías y este mucho más atrás a la asamblea eterna de Dios, cuando el Señor, delante de sus ángeles y profetas, pronuncia estas palabras: “Consolad, consolad a mi pueblo, habladle con mi ternura. Que mi vida se pronuncie en los caminos de los hombres hasta que queden envueltos en la gloria de mi amor”. Nos envía a ese lugar que apenas si alcanzamos a escuchar. Como el pueblo la palabra de Isaías, escuchamos en un momento en que hemos sido exiliados de nuestras seguridades por el COVID, aunque ya antes vivíamos en exilios exteriores e interiores de pobreza, tristeza, angustias, fracasos, violencias… (que quizá no queríamos ver). Escuchamos, como escuchaba el pueblo de Israel, en medio de una Jerusalén destruida, de un mundo roto, como deja ver el primer capítulo de la encíclica Fratteli tutti . Nos damos cuenta, por m