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Mostrando entradas de junio, 2023

Gallinas

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Hace poco leí el libro  Gallinas , de Jackie Polzin. Se trata de una especie de meditación literaria sobre el proceso de duelo de una mujer por su hijo no nacido, que ha puesto en crisis toda su vida. Es en el cuidado y contemplación de las gallinas, de su vulgaridad y su fragilidad, de sus rutinas y de sus relaciones donde la protagonista va afrontando su propia situación. Parecería que en este tema todo debería ser más solemne, pero las cosas son así, cuando buscamos lo solemne o lo importante solemos tener problemas para afrontar la vida. Es en su sencillez cotidiana donde es más fácil reír y llorar, recogerse y ofrecerse, descubrir, contemplar y vivir la verdad de las cosas. Para ello solo hace falta una mirada atenta y sensible. Hoy me encuentro con un libro que se titula  El zen y el arte de cuidar gallinas , que afirma en su contraportada: “Incorporar el cuidado de estas aves a la rutina diaria ayuda a ralentizar el vertiginoso ritmo cotidiano, a la vez que nos mantiene enfoca

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Jer 20,10-13; Sal 68; Rom 5,12-15; Mt 10,26-33)

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Estamos llenos de miedos. Algunos los conocemos, otros no. En cualquier caso, su presencia nos hace vivir encogidos, y esto hace que sintamos que la vida que Dios nos ofrece tiene siempre alguna talla más de la que se ajustaría a nuestras vidas. Uno de esos miedos, uno de los más activos, es el miedo a no ser nada, a ser un cero a la izquierda en los ámbitos donde nos movemos. No es extraño pues estamos hechos para una vida común en la que todo fluya haciéndonos sentir agraciados y, a la vez, útiles, valiosos. No basta con ser agraciados, pues si la gracia nos hiciera sentir que no valemos nada y que nunca lo valdremos sería simplemente humillante. No basta tampoco con ser simplemente útiles, valiosos, sin vivir la alegría del don recibido que nos hace saber que, por encima de lo que podemos ofrecer, somos amados. El miedo nace de que este movimiento dual está roto en nuestro mundo y, por eso, nos tenemos miedo unos a otros. Esto se refleja en que tenemos que mostrar nuestro valor

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Ex 19,2-6a; Sal 99,2.3.5; Rom 5,6-11; Mt 9,36-10,8)

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Como ovejas que no tenían pastor, así vio Jesús a la gente de su tiempo, y así creo que nos ve a nosotros en este momento. Tener pastor no significa, en el ámbito bíblico, perder la libertad como si fuéramos ovejas tontas a las que no se puede dar libertad y de las que uno se puede aprovechar. A pastores de este tipo Dios los condena, como queda bien claro en los oráculos de Ezequiel. Tener pastor significa, más bien, saber que alguien despierta con su preocupación puesta en nuestra vida, y que, por tanto, no estamos solos ni abandonados a nuestra propia suerte. Tener pastor significa que hay alguien que no piensa en sí mismo cuando se dirige a nosotros, sino que habla para darnos la palabra, va delante para ofrecernos futuro, va detrás para recogernos si perdemos el paso, va al lado para escuchar nuestras esperanzas y nuestros miedos. Tener pastor significa descubrir que alguien nos ayuda a caminar juntos, incluso cuando no vemos más que lo que nos separa, que alguien nos arranc

DOMINGO DEL CORPUS CHRISTI. CICLO A (Dt 8, 2-3.14b-16a; Sal 103; 1Cor 10,16-17; Jn 6,51-58)

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En la mecánica clásica hay dos fuerzas del movimiento que parecen oponerse y que, sin embargo, son necesarias en las relaciones entre los cuerpos físicos del mundo: la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga. En la primera el movimiento circular de un cuerpo lo dirige hacia el centro de una especie de espiral que lo concentra. En la segunda sucede lo contrario, el movimiento genera una especie de espiral que separa al objeto del centro ensanchando su recorrido progresivamente. Estas dos fuerzas parecen reunirse paradójicamente en la fiesta del Corpus que celebramos este domingo. Si hiciéramos una lectura espiritual de las mismas podríamos decir que en esta fiesta somos llamados a concentrarnos en la contemplación de Cristo que se nos da en la celebración de la eucaristía a través de un centro significativo que son el pan y el vino. Ellos son identificados por el mismo Cristo con su vida y su forma de vida. No hay vida cristiana sin esta concentración, sin dejar que esta fuerza centr

LA SIMPLICIDAD DEL PAN (a propósito de la fiesta del Corpus Christi)

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Me resulta sorprendente hasta qué punto Dios, sin confundirse con nada, tiene la capacidad de dejarse ver en todo. Me asombra (perdón por hablar en primera persona) como al envolverme el viento, por un fugaz momento me siento recogido en un espacio que se revela solo suyo sin que me separe de nada de lo que me rodea. Me asombra que, mientras estoy comiendo (habitualmente solo) un sabor, un pensamiento, un recuerdo te traiga a mí; me sorprende cómo quedas sostenido en él diciéndote, diciendo tu presencia fugaz siempre atenta a dejarse sentir. Me asombra como puedes ofrecerte también en el anhelo y el vacío que te espera cuando no llegas, cuando quiero tenerte y escapas de mi afán de posesión. Me asombra cómo te dices en mí, como pueden reconocerte otros en mis gestos, cuando conozco bien la espesura gris de mi ser que no consigue hacerse tuyo ni siquiera cuando lo desea con todas sus fuerzas. Por eso, no necesito rodear el pan de bellas patenas, espléndidas custodias o de exuberantes ri

LA CELDA. Jornada pro orantibus - 2023

LA CELDA (Agradecido a las monjas que me acompañan)   “Andad, sentaos en vuestra celda y vuestra celda os lo enseñará todo” (Abba Moisés)     Quizá todo consista (me refiero a la vida espiritual) en abrir una celda en el propio interior. Una celda silenciosa donde vivamos solos solo con Dios, solo con su silencio acogedor, solo en su silencio alentador, solo en ese silencio que nos sufre hasta que consigue hacernos suyos, hasta que consigue hacernos en Él uno con todos. Una celda donde los juicios sean solo suyos y donde las palabras se atrevan a pronunciarse con libertad, aunque sean inoportunas o torpes o incluso blasfemas, mientras Él las recrea con su escucha con su voz. Una celda donde descansar sabiendo que todo está en sus manos, que para todo tiene un futuro de vida y comunión, aunque parezca imposible. Una celda donde quejarse hasta el agotamiento y pelear hasta que exhaustos nos dejemos abrazar. Quizá todo consista (me refiero a la vi
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Olivia Rueda se quedó sin saber hablar y escribir después de una complicación quirúrgica, e hizo coincidir su lenta rehabilitación con la escritura de una especie de cuaderno de bitácora de su navegación por el abismo de la impotencia. El libro, que se ha publicado, se titula  No sabes lo que me cuesta escribir esto . “Roberrrrrto… Me sale el acento de espía rusa de la KGB cuando llamo a Roberto, Es por culpa de la lengua, la tengo de trapo todavía […] Yo sé que no soy tonta, pero me está constando horrores demostrárselo a los demás. Parece una adivinanza: lista por dentro, tonta por fuera, ¿quién es?”. Si parece que esta anécdota que escribe describe una aceptación sencilla, basta seguir leyendo: “Tener más de cuarenta años y que te duchen es una de las experiencias más humillantes del planeta […] Me siento como un saco de mierda, pesado, inservible, como una carga para los demás, que fingen que todo va bien cuando yo huelo a desesperación, a inútil”. Creo que hace mucho bien leer e

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. CICLO A (Ex 34,4b-6.8-9; Dn 3,52-56; 2Cor 13,11-13; Jn 3,16-18)

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“Bendito eres en el templo de tu santa gloria. Bendito eres sobre el trono de tu reino”, decimos hoy en el Salmo. Y, al hacerlo, parecería que la santidad de Dios estuviera recluida en un espacio vetado a los hombres a los que no les queda más que mirar al cielo y suplicar las migajas de una benevolencia escondida y no muy cierta, como la de un rico cuya vida está encerrada en su lujosa mansión. Y, sin embargo, si afirmamos que es bendito es porque sabemos que es pura bendición. Y lo sabemos porque en la historia de su revelación ha acompañado a los seres humanos en su camino hacia espacios y relaciones de vida, abriendo siempre caminos de esperanza, incluso en los callejones sin salida. “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”, hemos aprendido a cantar mirando al que nos abraza con su misericordia; al que nos alienta en los abismos que él mismo sufre para acompañarnos; al que abre las puertas de la vida de Dios para nosotros; al que se para, como con la samaritana, a beber de