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Mostrando entradas de julio, 2021

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Ex 16, 2-4.12-15; Sal 77, 3 y 4bc. 23-24. 25 y 54; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35)

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Frente a los hombres y mujeres que lo buscan, Jesús dice con una aparente falta de sensibilidad: “En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”. Dicho de otra manera: “No queréis ver lo que realmente os ofrezco, solo pensáis en que os resuelva los problemas cotidianos de la vida”. Esta frase cobra aún más fuerza cuando de continuo nos presentamos ante el crucificado de nuestras iglesias y, sin ver las heridas de su vida, no hacemos más que pedir soluciones para nuestros problemas. Valdría hoy meditar el poema En esta tarde, Cristo del Calvario , de Gabriela Mistral.   En cualquier caso, en este fragmento Jesús no condena nuestras súplicas, porque su compasión conoce y comprende el peso de nuestros sufrimientos. Sin embargo, nos invita a ir más allá; nos invita a preocuparnos, sobre todo, de sacar de nuestra vida la verdad que lleva dentro y hacerlo incluso en medio de las dificultades del camino. Como dice hoy la car

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Hch 4, 33; 5, 12. 27-33; Sal 66, 2-8; 12, 2; 2Cor 4,7-15; Mt 20, 20-28)

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Hoy Jesús interrumpe el movimiento natural de una mujer que quiere lo mejor para sus hijos, y también el deseo de los hijos que se esconde detrás de esta petición. “¿Qué deseas?”, pregunta Jesús a la madre y, a través de ella a los hijos; y también a todos los discípulos, cuyo enfado no consigue esconder las luchas de poder y relevancia que existen entre ellos.  El caminar junto a Jesús (el pertenecer a su Iglesia) no significa que ya estemos en su estela, que ya tengamos sus sentimientos o vivamos de sus mismos deseos y de su misma lógica. Demasiadas veces lo olvidamos y por eso en la Iglesia, en nosotros mismos, el nombre de Jesús se ve tantas veces mezclado con la vida del diablo. Esto es lo que revela la pregunta de Jesús. Es bueno reconocer que siempre hay un punto de tensión en la relación entre Dios y los seres humanos, ya que el deseo de nuestro corazón se deja seducir fácilmente por promesas de vida a corto plazo (tal y como se muestra en el relato de la serpiente en el pa

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Jer 23, 1-6; Sal 22, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34)

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Este domingo escuchamos que las multitudes andaban “como ovejas sin pastor”, que es un juicio que el evangelio actualiza para nuestro hoy. Además, la primera lectura lanza un juicio especialmente duro sobre los pastores, pues el problema no es que no los haya, sino que no tienen el corazón de Dios, y por eso oprimen a las multitudes y no las saben guiar. Podemos constatar hoy en día la gran desafección de las multitudes por la política, a lo que se añade, paradójicamente, que esta se ha convertido en una fuente de fanatismos y enfrentamientos en todos los ámbitos y en casi todos los corazones. Y no poca responsabilidad de esto la tienen los pastores políticos elegidos por los hombres. Lo mismo podemos decir de la desafección de las multitudes por la religión, a lo que se añade, paradójicamente, que esta se ha convertido en una fuente de fanatismos y enfrentamientos en casi todos los corazones creyentes. Y no poca responsabilidad de esto la tenemos los pastores elegidos por el Señor.

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Am 7,12-15; Sal 84, 9-14; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13)

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“En mi casa se hace lo que yo digo y si no te gusta ahí tienes la puerta”. Esta es la lógica que rige el mundo. Lógica de los que tienen la sartén por el mango, sean pequeños o grandes, sabios o ignorantes. Se trata de una lógica que tiende a dominar todos los ámbitos de la vida: el hogar familiar, el trabajo, las asociaciones, la parroquia. Nadie queremos ser puestos en entredicho, nadie queremos palabras o gestos que nos contraríen y que nos obliguen a afrontar que nuestra vida necesita conversión. Además, cuantas más cosas tengamos que ocultarnos a nosotros mismos y a los demás, con mayor beligerancia pronunciamos este “déjame en paz”.  Esto es lo que sucede hoy entre Amasías, sacerdote del templo real, y el profeta Amós. El sacerdote viene a decirle: “Ya sé que eres un profeta, pero si te quedas aquí, en este templo, en este reino, te amoldas a la vida que llevamos. Y si no ya vas andando, si no quieres tener problemas”. Pero Amós, como todos los profetas, como el mismo Jesús,

UN DIOS EXTRAÑO, INCÓMODO, SALVADOR

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Leo en un artículo de opinión que quizá el Dios de Jesucristo defraude a los bien situados que buscan en él respaldo y apoyo para su poder, su dinero y su posición, porque al final les invita a afrontar el camino de la cruz donde todo se pierde, donde él mismo parece perderlo todo. ¿Para qué seguirlo entonces? Pero el Dios de Jesucristo quizá también defraude a los que no tienen mucho sitio en el mundo agobiados por la enfermedad, la indiferencia y el peso de una vida humillada, pues no es claro que vayan a liberarse de todo aquello que les oprime y les quita las ganas de vivir. Un lector o lectora anónimo apostillaba una de mis últimas reflexiones sobre las lecturas del domingo con las siguientes palabras: “Ya, fácil decirlo. No dejarnos arrastrar por el caos.... Vivir en Cristo es complicado, no??”; y no puedo dejar de reconocer que tiene razón, que Dios parece exigir más de lo que pueden dar de sí nuestras fuerzas. ¿Se presentará ante nosotros, entonces, para crear en nosotros una

DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Ez 2, 2-5; 23-24; Sal 122, 1-4; 2Cor 12, 7-10; Mc 6, 1-6)

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No hace falta un alto grado de observación para darse cuenta de que estamos bastante perdidos, de que nuestra sociedad está vagando como un barco en altamar que no solo ha perdido el sentido de la dirección, sino que, además, parece no darse cuenta de ello y vive como si no tuviera que ir a ninguna parte. Si vale una imagen, podríamos pensar en aquellos adolescentes de la película Tiburón que navegan encima del peligro ensimismados y dejándose llevar en su despreocupación hacia el desastre, por más que han sido avisados.  Quizá esto es lo que viera Jesús cuando se admiraba de la falta de fe de sus paisanos que, reconociendo su sabiduría, no se dejaban guiar, y por eso no eran capaces de recibir nada de lo que podía ofrecerles. Quizá siga admirándose hoy en día de nuestra sociedad y de los cristianos que vivimos en ella ya que parece que somos incapaces de dar a la vida ese tono de responsabilidad alegre y confiada que nace de sabernos en buenas manos y, a la vez, llamados a dar a la