DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (Jer 23, 1-6; Sal 22, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34)

Este domingo escuchamos que las multitudes andaban “como ovejas sin pastor”, que es un juicio que el evangelio actualiza para nuestro hoy. Además, la primera lectura lanza un juicio especialmente duro sobre los pastores, pues el problema no es que no los haya, sino que no tienen el corazón de Dios, y por eso oprimen a las multitudes y no las saben guiar.

Podemos constatar hoy en día la gran desafección de las multitudes por la política, a lo que se añade, paradójicamente, que esta se ha convertido en una fuente de fanatismos y enfrentamientos en todos los ámbitos y en casi todos los corazones. Y no poca responsabilidad de esto la tienen los pastores políticos elegidos por los hombres. Lo mismo podemos decir de la desafección de las multitudes por la religión, a lo que se añade, paradójicamente, que esta se ha convertido en una fuente de fanatismos y enfrentamientos en casi todos los corazones creyentes. Y no poca responsabilidad de esto la tenemos los pastores elegidos por el Señor.

En un caso y en otro el problema tiene relación con una desmesurada inflamación del yo. Algo especialmente grave cuando ambos estamos llamados a vivir, pensar y actuar desde el pueblo y para el pueblo. Este yo inflamado empieza por creer que lo sabe todo y que los anteriores no sabían nada y los que están a su cargo no tienen criterios; por creer que posee una bondad y justicia que los anteriores no tenían y los que están a su cargo no tienen… De esta manera, termina por creerse con derecho a decidir sobre todo y por todos. Además, esto es justificado en su corazón por una lectura torpe e interesada de los resultados de las urnas o de su propia vocación divina. No es extraño, entonces, que cada vez haya menos ciudadanos y cristianos practicantes. Lo cual no quiere decir que muchos no se dejen llevar por la verdad, el bien y la justicia, pues el Pastor supremo ha prometido que seguiría guiando a su pueblo también cuando haya malos pastores, como dice Jeremías: “Yo mismo seré su Pastor mientras les envío pastores según mi corazón”.

Es necesario pues que políticos, curas y obispos emprendamos un camino de conversión y adelgazamiento de nuestro yo. Que dejemos de pensar como déspotas ilustrados: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, que siempre es el primer paso para convertirnos en vulgares sátrapas que, utilizando las mejores palabras de nuestra tradición política y evangélica, las degradan con su acción. ¡Hay tantos a los que se les llena la boca con las palabras democracia y justicia, y solo actúan desde ideologías absolutistas en su contenido o en su forma! ¡Hay tantos a los que, en estos días, se nos llena la boca con palabras como sinodalidad o servicio, y luego decidimos como si nosotros poseyéramos de antemano la mente de todos y el amor que los demás no tendrían!

Habría tanto que decir de tantos ciudadanos y creyentes que, a pesar de los pesares, mantienen una fidelidad a prueba de sus malos pastores. Quede aquí constancia de ello por parte de un pastor que pide al pueblo de Dios su oración para que los pastores elegidos podamos adelgazar el yo y someterlo al corazón del verdadero y buen Pastor.


Foto de Moey Hoque.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA CELDA. Jornada pro orantibus - 2023

Los ángeles de la noche (cuento de Navidad)