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Mostrando entradas de noviembre, 2024
I DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C. (Jer 33,14-16; Sal 24; 1Tes 3,12-4,2; Lc 21,25-28.34-36)
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No terminamos de salir del caos. De ese caos que describían los primeros versículos del Génesis y que nos es otra cosa que la dureza con que la creación se resiste a dejarse modelar por Dios. Así empezamos el adviento, recordando que aún no estamos en la creación que Dios quiere (quizá por eso no debiéramos dejarnos abducir por ese disfraz que se ponen las ciudades y las calles, disfraz de belleza y vida plena, que revela hasta qué punto preferimos mirar para otro lado, dormidos en la excitación de una exuberancia artificial). Pero, el evangelio de hoy nos invita a iniciar el adviento en el lugar del que queremos huir, en ese lugar que busca la luz de Dios, luz pura y agraciadora; la vida de Dios, vida natural y gozosa; la sobreabundancia de Dios, que ofrezca rehabilitación a lo degradado por nuestra torpeza y nuestro pecado; la comunión de Dios, lugar de amistad y recreación de nuestras enemistades, odios y violencias; la eternidad de Dios, eternidad donde la pena por el desgarro que ...
XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. FIESTA DE CRISTO REY (Dn 7, 13-14; Sal 92, 1-5; Apoc 1, 5-8; Jn 18, 33b-37)
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La palabra mundo es una palabra compleja en el evangelio de Juan. Por un lado, es el espacio de la vida creatural. Un espacio dominado por la vida cotidiana y sus afanes. El lugar donde la vida se pone en nuestras manos de parte de Dios. El mundo así es la creación hecha historia por la vida del hombre, lugar de encuentro con las cosas, con los otros, con Dios. Por eso dice Jesús en su oración al Padre: “No te pido que los saques de este mundo…”. Por otro lado, el mundo es un lugar confuso, engañoso, dominado por la violencia y la mentira, por la impotencia para alcanzar nuestra verdadera identidad pues ha quedado ensombrecida por el pecado. Es el lugar donde domina el mal. Y a esto se refiere Jesús cuando termina la frase anterior diciendo : “…sino que los libres del maligno”. En el evangelio de hoy, Jesús aparece sujeto a los poderes de este segundo mundo que no quiere ni oír hablar de su evangelio porque le va bien, incluso si es a costa de perder su alma. Por eso, cuando J...
DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (Dn12, 1-3; Sal 15, 5-11; Heb 10, 11-14. 18; Mc 13, 24-32)
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Nuestra fe tiene esto de paradójico. Cuando la vida fluye con naturalidad y apenas parecemos necesitar a Dios, porque sus dones coinciden con los bienes de la vida que vivimos tranquilamente, la fe camina con nosotros sin dificultad. Sin embargo, no sabemos muy bien si lo que tenemos es fe o simplemente una buena vida que toma la forma de la fe. Por otro lado, cuando la vida se deforma y se vuelve contra nosotros llevándonos al valle de las lágrimas, entonces, justo cuando más lo necesitamos, la fe parece inútil y Dios un sueño bonito, pero irreal. Sin embargo, es ahí, y esta es la paradoja, donde la fe puede abrirse a su verdad pues se convierte en una relación real de confianza y entrega a Dios sin apoyos. Por decirlo con las palabras del evangelio: Es “en aquellos días de gran angustia, cuando el sol se oscurece, la luna no da su resplandor, las estrellas caen del cielo y los astros se tambalean”, cuando podemos reconocer al salvador, porque antes realmente creíamos no ...
DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO (1Reyes 17, 10-16; Sal 145, 7-10; Heb 9, 24-28; Mc 12, 38-44)
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Hay una forma de mirar creyente que divide el mundo en lo de Dios y lo otro, lo nuestro. Y que incluso interpreta la frase de Jesús: “Dad al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios” en este sentido. Sin embargo, la mirada cristiana sobre la realidad no es así. Lo sabemos porque Jesús no miraba así. Para él, todo provenía de Dios y en todo encontraba la llamada de Dios. Esto significaba que, cuando se miraba a sí mismo, el sentimiento más hondo que percibía era el de la gratitud, porque reconocía que todo él era fruto del amor del Padre, un don de Dios para sí mismo. Y es por eso por lo que cuando cogió el pan y lo signó como su cuerpo lo primero que hizo fue dar gracias. Por otra parte, su proyecto de vida respondía a la llamada de hacerse imagen del Padre que le había dado todo, hacerse don de vida. Y por eso después de dar gracias con el pan (su vida) entre las manos, lo entregó a los discípulos significando que lo que era no era más que un don de Dios para todos. Pu...
DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (Dt 6, 2-6; Sal 125, 2-3a.3-4.47.51ab; Hb 7, 23-28; Mc 12, 28b-34)
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Hay un Dios que nace en nuestro corazón fruto de las expectativas, de los deseos, de los anhelos, de las necesidades. Este Dios tiene su contorno de verdad porque estamos hechos como imagen suya y para él. Y eso nos da una especie de sentido de Dios para reconocerlo. Sin embargo, nuestra mente y nuestro corazón miran y sienten también según intereses no siempre nacidos de su más honda humanidad. También somos inhumanos, también vivimos confiando y creyendo nuestras propias mentiras y queriendo que el mundo se adapte a ellas. Por eso, la relación con Dios debe estar configurada por la escucha. “Escucha Israel”, este es el primer mandamiento que luego se llena de contenido. Solo así comprenderemos la vida y comprenderemos a Dios. Escucha y obedece la vida que se expresa en mí y que llevas en ti: sé mi imagen, la que has percibido cuando te acompañaba escuchando tus dolores y tus quejas, protegiéndote de la injusticia y la muerte, guiando tus pasos y recogiéndote de tus equivocacione...