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Mostrando entradas de agosto, 2022

UNA DE CINCO. Apócrifo de la transverberación de Santa Teresa.

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Siempre había sido un poco soñadora, al punto de que en no pocas ocasiones la habían llamado la atención porque se quedaba como ida, fuera de lugar, sin que las conversaciones que la rodeaban o los ruidos que se producían la inmutaran. Y se decían: A dónde llegará, si parece que vive en otro mundo esta chiquilla. Y ahora estaba allí, en un duermevela inquieto, a la espera del señor que se hacía esperar. No estaba sola, la acompañaban otras jóvenes venidas de los cuatro rincones del reino que estaban repartidas por la casa cada una con sus ajuares, cada una al cuidado de sus galas para impresionar a aquel señor con el que todas, alguna vez en la vida, había soñado mezclando el deseo y el miedo. Nadie supo quién gritó la primera, pero no hizo falta mucho más para que el trajín se apoderara de la casa y todas se adornaron con sus mejores ropas y los aceites que habían traído de sus casas. También ella lo hizo, aunque al asomarse por la ventana y ver el porte majestuoso del señor quedó par

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Eclo 3,17-20.28-29; Sal 67,4-11; Hb 12,18-19.22-24a; Lc 14,1.7-14)

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El evangelio de hoy nos enfrenta a uno de los temas más contraculturales del cristianismo: la humildad. Sabemos, y lo sabemos por experiencia, hasta qué punto el ser humano necesita el reconocimiento de los demás, pero habitualmente esta necesidad se nos va de las manos y se convierte en una especie de deseo que parasita todas nuestras relaciones y actividades, y nos lleva a buscar los primeros puestos, los que las miradas de los que nos rodean sentimos (a veces falsamente) que valoran. Así todo se convierte en una competición de yoes. Este impulso deformado tiende a esconderse incluso en formas espirituales, como reflejan en esos chistes. El del que afirmaba: “Yo otra cosa no seré, pero humilde, el más humilde del mundo”; o el del cura que predicando dijo: “Todos somos pecadores, y yo el primero… y una viejecita se levantó y le respondió: Señor cura, ¿también en el pecado tiene que ser usted el primero?”. La humildad surge cuando uno deja de necesitar el reconocimiento continuo y po

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Is 66,18-21; Sal 116,1-2; Hb 12,5-7.11-13; Lc 13,22-30)

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Quizá podríamos comparar nuestra historia a un bote en el que se han agitado el agua y el acetite de tal manera que por momentos parece que son capaces de estar juntos, incluso de convivir en simbiosis. Sin embargo, sabemos que después de un tiempo vuelven a lo que son sin mezcla. Y es que algunas sustancias no pueden estar juntas sin dejar de ser lo que son. Esto pasa con el bien y el mal, la santidad de Dios y el pecado. Si en la historia están mezcladas y nunca somos capaces de separarlas del todo (y mejor no intentarlo, es bueno recordar la parábola de la cizaña), al final solo la vida verdadera, la que coincide con Dios y con su ser amor, se sostendrá pura. Creo que esto es lo que viene a decir el evangelio de hoy. En este contexto, el Señor advierte: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Con estas palabras nos dice, en primer lugar, que estamos en camino. Nunca está decidido el final mientras caminamos entre luces y sombras, impulsados por el bien y parasitados por el m

FESTIVIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA. (Ap 11,19a;12,1-6a.10; Sal 44,10bc.11-12ab.16; 1Cor15,20-27; Lc 1,39-56)

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La fiesta de la Asunción de María al cielo podría verse igualmente como la de la visitación de María a su Iglesia desde el cielo. Por tanto, no como subida, sino como bajada. De hecho, el evangelio que se nos da a meditar es el de la visitación de María a su prima Isabel. Ahora, en esta fiesta, María no sube a las montañas de Judá, sino que baja a las llanuras de nuestra vida cotidiana. Modificando un poco el texto podemos decir que si en la primera visitación Isabel confirma la bendición recibida por María (“Lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”), ahora en esta segunda visitación María, llena de vida plena (“vestida de sol”, dice el Apocalipsis), confirma la promesa que los creyentes hemos recibido y que ella conoce en su propia carne. Como dice la segunda lectura: “Por vuestra unión con Cristo todos llegaréis a la vida plena”. Lo mismo que en casa de Isabel María cantó con el Magníficat las acciones de Dios a lo largo de la historia de Israel, acciones para dar vida a los que pare

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Jer 38,4-6.8-10; Sal 39; Hb 12,1-4; Lc 12,49-53)

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La vida de los ecosistemas tiene sus propias leyes de subsistencia, de forma que cuando cambia alguno de sus componentes, bien porque desaparece o porque se añade, el ecosistema se estresa, sufre una especie de convulsión que permanece hasta que encuentra un orden que organiza el nuevo todo. Algunos de estos cambios destruyen el ecosistema haciendo que el resultado final sea mucho más pobre ya que ha disminuido su pluralidad y riqueza de componentes, pero otros lo empujan a ensancharse, a encontrar formas más complicadas y profundas de relación y más ricas en pluralidad. Esto pasa igualmente con nuestros ecosistemas humanos, los grandes (la economía, la política, la cultura…) y los pequeños (la familia, el vecindario, el trabajo…). Van ensanchándose, enriqueciéndose a base de nuevas situaciones que los retan a hacerse más amplios, más abiertos, más plurales, más profundos. Pues bien, toda la creación, en todas sus dimensiones, está llamada (así lo creemos los cristianos) a converti

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Sab 18, 6-9; Sal 32,1.12.18-19.20.22; Hb 11,1-2.8-19; Lc 12,32-48)

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La forma de hablar de Jesús en el evangelio de hoy deja rastro de la Iglesia a la que se dirigía el evangelista que ordenó las palabras y los recuerdos que tenían de él. Jesús se dirige a los suyos con una expresión de afecto: “No temas pequeño rebaño”. Más allá del afecto que supone, un afecto en el que podríamos recogernos cada día mientras abrimos la mirada a los quehaceres y relaciones cotidianas (bastaría esto como anotación-comentario al evangelio con la invitación a ponerlo en práctica esta semana que inicia); y más allá de que la expresión está en plural, como si para recibir su presencia y su aliento tuviéramos que estar juntos; más allá, esta expresión refleja que los que están delante de Jesús son pocos y pequeños, y que tienen motivos para temer el peso de la vida y la presión de los poderosos (del tipo que sean). No habla a una Iglesia a la que el Padre parecería haberle dado el prestigio y el poder en medio del mundo, como aquella en la que hemos vivido hasta hace no much