FESTIVIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA. (Ap 11,19a;12,1-6a.10; Sal 44,10bc.11-12ab.16; 1Cor15,20-27; Lc 1,39-56)

La fiesta de la Asunción de María al cielo podría verse igualmente como la de la visitación de María a su Iglesia desde el cielo. Por tanto, no como subida, sino como bajada. De hecho, el evangelio que se nos da a meditar es el de la visitación de María a su prima Isabel. Ahora, en esta fiesta, María no sube a las montañas de Judá, sino que baja a las llanuras de nuestra vida cotidiana.

Modificando un poco el texto podemos decir que si en la primera visitación Isabel confirma la bendición recibida por María (“Lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”), ahora en esta segunda visitación María, llena de vida plena (“vestida de sol”, dice el Apocalipsis), confirma la promesa que los creyentes hemos recibido y que ella conoce en su propia carne. Como dice la segunda lectura: “Por vuestra unión con Cristo todos llegaréis a la vida plena”.

Lo mismo que en casa de Isabel María cantó con el Magníficat las acciones de Dios a lo largo de la historia de Israel, acciones para dar vida a los que parecían perderla en esta historia triste de prepotencias e injusticias, ahora, afirma con su propia vida que ningún poder del mundo podrá con la vida de su hijo que está llamado al dominar y someter todo poder de muerte, como escuchamos en la lectura del Apocalipsis. 

En esta fiesta María toma prestada la expresión que Isabel la dirigió para decirnos a nosotros: “Dichosos vosotros que habéis creído”. Como a María después de la visitación también nosotros tendremos que recorrer un camino largo y muchas veces complicado, pero su compañía (no solo de tres meses como con Isabel, sino hasta el fin) nos anima a no perder la esperanza.


Pintura de Hi Qi, Visitación de María.

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