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Mostrando entradas de febrero, 2021

REFLEXIÓN PARA DOMINGO II DE CUARESMA (Gn 22, 1-2. 9-13. 15-18; Sal 115; Rom 8, 31b-34; Mc 9, 2-10)

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El Señor ha sido claro: “El que pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará”. Lo dice inmediatamente después de afirmar que sube a Jerusalén a vivir y anunciar el evangelio en medio de los poderes que tiranizan el mundo. Los discípulos están conmocionados. ¿No sería mejor establecer un reino independiente separado del poder de la muerte y de la influencia del mal? ¿No sería mejor volver a Galilea? Pero no existe algo así. El mundo está amasado con la levadura de la muerte y del mal. El sacrificio de Jesús no es otro que vivir el amor de Dios, su voluntad de vida para todos, en medio de las limitaciones de la vida y del desprecio con el que nos tratamos. Vivir el amor siempre, a pesar de todo, sin dejarse convencer por su aparente falta de eficacia en este mundo pasajero y egoísta. Su sacrificio entonces refleja la luz eterna del amor de Dios. Lo que contemplan los discípulos en el monte es una profecía de lo que vendrá: la manifestación resplandeciente del poder indestructibl

EL DESIERTO EN CASA - II. Caminar juntos, a pesar de ser distintos

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En el desierto los israelitas caminan como pueblo. Todos han sido arrojados al desierto, todos sienten la misma sed y el mismo miedo, todos tienen la misma esperanza de una tierra nueva. Se miran unos a otros y pueden ver el mismo barro anhelante de vida. Por muy distintos que sean pertenecen al mismo pueblo arrojados a esa “tierra poblada de aullidos”. El paso por el desierto es una oportunidad única para reconocernos miembros de una misma humanidad necesitada de comprensión, ayuda y esperanza; para aprender a caminar juntos compartiendo la vida. Aunque es verdad que en el desierto la tentación del “sálvese quien pueda” se hace más fuerte. Venir al desierto que se nos ha metido en casa en este tiempo de cuaresma significa preguntarnos si nos ha servido para acercarnos más a los demás o para preocuparnos solo de nosotros mismos. En el sa

REFLEXIÓN PARA DOMINGO I DE CUARESMA (Gn 9,8-15; Sal 24, 4-9; 1Pe 3,18-22; Mc 1, 12-15)

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¿Qué puede significar la afirmación que hace Dios en la primera lectura cuando dice: “el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra”, a la luz de tantas catástrofes que han afligido a la humanidad, a la luz de tantas realidades que nos rodean y nos habitan y que nos hacen sentir como espíritus encadenados, como afirma la segunda lectura? ¿Qué decir cuando nos sentimos anegados por la enfermedad, la injusticia o nuestro propio pecado? No es extraño que los susurros de la desesperanza nos conduzcan a la depresión o a la prepotencia, a arrojar la toalla o a intentar sostener la vida a manotazos. Es esta situación la que vive Jesús con nosotros a lo largo de su vida y se representa en las tentaciones. El mar tempestuoso de la vida que nos anega aparece descrito en el evangelio como vida en el desierto rodeada de fieras dispuestas a tragarle a él como tragan todo. Pero Cristo se alza sobre ellas convencido de que la promesa de Dios sobre él es más f

EL DESIERTO EN CASA - I. Estamos en el desierto y no hay marcha atrás

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Así se vio Israel, en el desierto y sin marcha atrás. No podía volver a su antigua situación y lo que veía en su presente era un camino difícil que no mostraba apenas indicadores de vida. Puedes contemplar la imagen y explicitar ante el Señor tu situación concreta . Tus pérdidas, tus miedos, tus inseguridades, tu malestar, tu enfado con la situación… y ponerla en sus manos, como si quisieras que el Señor la conociera de primera mano, por tu boca. Hazlo con confianza incluso si tienes que mostrarle por momentos tu rabia. Termina recitando el salmo 77 despacio , recordando que Israel fue conducido y salvado finalmente por Dios: Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga. En mi angustia busco a Dios; de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios gimo, y meditando me siento desfallecer. Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos, recuerdo los años rem

EL DESIERTO EN CASA. Propuesta de camino cuaresmal

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Existe una tradición en el libro del Éxodo, escondida entrelíneas de los textos que han dominado la redacción del libro, que habla de la salida de Egipto como una expulsión del pueblo de Israel de la tierra de Egipto al desierto. Me gustaría utilizarla para reflexionar sobre el sentido que podemos dar a la cuaresma este año. La razón es que antes de que pensemos en la imagen del desierto como un lugar donde ir para encontrar lo esencial de nosotros mismos, este nos ha invadido en múltiples formas, dejando nuestras vidas llenas de pobreza, dolor, incertidumbre… en una situación cuaresmal existencial. Es como si el COVID nos hubiera expulsado al desierto metiendo las arenas del desierto en nuestra propia casa obligándonos a atravesar a todos, de diferentes maneras, pero a todos, una estepa existencial que requiere fuerza y confianza. En esta perspectiva la cuaresma litúrgica puede ser una invitación a reconocer los gestos, situaciones, realidades con los que Dios acompañó al pueblo d

REFLEXIÓN PARA DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO (Lev 13,1-2.44-46; Sal 31; 1Cor 10,31–11,1; Mc 1, 40-45)

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Esta semana, en una serie de las que sigo, aparecía un adolescente casi perfecto: inteligente, generoso, trabajador… que coincidía a la perfección con lo que la sociedad y sus padres esperaban de él.  De repente se le declara una enfermedad que en su sociedad definía a quien la padeciera como indigno de vivir. Aunque sus padres, con los que ha medido de continuo su valía, dicen que están orgullosos de él, llegan tarde porque le han enseñado, sin darse cuenta, que uno vale por las perfecciones que puede presentar. Solo le queda ser definido y gritar: “soy impuro”, como afirma la primera lectura de hoy. Y así lo hace, llama a las autoridades para que le apliquen la eutanasia y así ratificar su pureza, ahora al asumir, en sí mismo, el ideal de esa sociedad de desechar a los defectuosos. ¿Es para esto para lo que están los sacerdotes, como parece afirmar la lectura del levítico? ¿No es más bien la misión del sacerdote anunciar la santidad misericordiosa de Dios que libera de todo aquello

REFLEXIÓN PARA DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO (Job 7, 1-4. 6-7; Sal 146; 1Cor 9, 16-19. 22-23; Mc 1, 29-39)

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Desde el comienzo del ministerio de Jesús se nos invita a contemplar como, por debajo de toda su actividad, la oración nutre su existencia entera. En el evangelio de hoy se concentran, en una siempre frase, toda una serie de apreciaciones sobre la oración de Jesús muy importantes para nuestra vida de fe. Dice así: “Muy de mañana, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó y se fue a un lugar apartado para orar”. La oración de Jesús se realiza al levantar el día, cuando todavía la mirada no permite ver la realidad pues esta está dominada aun por la oscuridad. Más allá de la indicación física, se muestra aquí el lugar propio de la oración en la que la relación del mundo (y nuestra) con Dios está envuelta siempre en una oscuridad más o menos densa. Ahora bien, la misma oración define esa oscuridad como perecedera o relativa, pues orienta la vida hacia el sol que viene, hacia el mismo Dios que, sin ser perceptible aún, está llegando con su luminosidad creativa. De esta manera, la

LA CÓLERA DE DIOS Y LA NUESTRA

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Hay determinados discursos sobre Dios que suavizan tanto su forma de ser que parecería que su amor “no siente ni padece” el mal que nos afecta. De aquí se siguen discursos espirituales que llaman a la serenidad, a la paciencia frente al mal que realmente no son cristianos porque en el fondo describen un amor impasible, que se sitúa por encima del bien y del mal. Y este no es el amor de Dios que se alza siempre, dolido en su corazón, en defensa del humillado.   Creo que esto quería decirme un amigo con un comentario a mi anterior reflexión sobre las formas cristianas. La verdad es que si a uno no le repugna el mal, si no suscita en él sentimientos de desolación, si no le hace gritar, si no le impulsa a arremeter contra sus fundamentos… quizá haya perdido su sensibilidad cristiana. Cuando la Escritura habla de la cólera de Dios se refiere a esto, al ardor de su santidad cuando su amor por la humanidad tiene que soportar la injusticia. No se trata del dolor por sus ideas rechazadas, del