EL DESIERTO EN CASA - I. Estamos en el desierto y no hay marcha atrás
Así se vio Israel, en el desierto y sin marcha
atrás. No podía volver a su antigua situación y lo que veía en su presente era
un camino difícil que no mostraba apenas indicadores de vida.
Puedes
contemplar la imagen y explicitar ante el Señor tu situación concreta. Tus
pérdidas, tus miedos, tus inseguridades, tu malestar, tu enfado con la
situación… y ponerla en sus manos, como si quisieras que el Señor la conociera
de primera mano, por tu boca. Hazlo con confianza incluso si tienes que mostrarle
por momentos tu rabia.
Termina
recitando el salmo 77 despacio, recordando
que Israel fue conducido y salvado finalmente por Dios:
Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a
Dios para que me oiga.
En mi angustia busco a Dios; de noche
extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios gimo, y meditando
me siento desfallecer.
Sujetas
los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos, recuerdo los años
remotos;
de noche lo pienso en mis adentros, y
meditándolo me pregunto:
«¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha
terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, |
o la cólera cierra sus entrañas?».
Y
me digo: «¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!».
Recuerdo las proezas del Señor; sí,
recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras y considero tus
hazañas.
Dios
mío, tus caminos son santos: ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste
tu poder a los pueblos;
con
tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, oh Dios, te vio el mar y
tembló,
los abismos se estremecieron. Las nubes
descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el estruendo de tu trueno, los
relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida. Tú te
abriste camino por las aguas,
un
vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas.
Mientras guiabas a tu pueblo, como a un
rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.
Mientras guiabas a tu pueblo...
Mientras guiabas a tu pueblo...
Mientras guiabas a tu pueblo...
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