Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2022

Iguales

Imagen
En medio de una representación de racismo estereotipado, Shakespeare en  El mercader de Venecia , coloca en boca del judío Shylock un monólogo que se ha vuelto clásico y se ha tragado casi el resto de la obra. Quejándose del trato recibido por el cristiano Antonio, dice: “Y, ¿qué razón tiene para hacer todo esto? Soy un judío. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?”. No es extraño que algunos hayan dicho que en este monólogo están todos los seres humanos oprimidos, y que podamos oír en él sus voces que nos preguntas si creemos en esa frate

DOMINGO I de ADVIENTO (Is 2,1-5; Sal 121; Rom 13,11-14a; Mt 24, 37-44)

Imagen
Hace ya unos años se estrenó  El diluvio que viene , un musical alegre, sencillo y un poco blando, que recreaba en nuestros tiempos la misión de Noé. Todo empezaba más o menos como en el evangelio de hoy. La primera canción decía: “Un nuevo sitio disponed…”, y luego continuaba: “La puerta siempre abierta, la luz siempre encendida, el fuego siempre a punto, la mano extendida”.   A la final el drama se volvía una comedia blanda, pues todo se arreglaba sin diluvio y ¡todos felices! El musical era una especie de cuento de Navidad, pero la Navidad no es un cuento.   El diluvio está entre nosotros, la violencia, que es a lo que el libro del Génesis llama diluvio, está ya extendida entre nosotros, en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones… y muchos, como dice el salmo, están gritando ya con el agua al cuello (Sal 69,1-2). Quizá, los que oímos la palabra del evangelio de hoy, estemos siendo llamados como Noé a convertirnos en constructores de arcas, donde nos acojamos, donde nos reco

Amigos de letras

Imagen
Hay libros en los que el autor se ofrece con tanta honestidad que al leerlos a uno solo le queda acoger su palabra con respeto reverencial, como una oferta de amistad que supera los límites del tiempo y del espacio. No importa si no compartimos todo lo que dice, el escritor se nos da como compañero, como consejero o como advertencia con la vida que expresan sus palabras. Esto es lo que refleja el obispo noruego Erik Varden en su libro  La explosión de la soledad  en la que recoge algunos de sus compañeros en su camino hacia la fe. De uno de ellos, el poeta Stig Dagerman, toma esta cita: “Me falta la fe, por eso no puedo ser un hombre feliz […] Acecho el consuelo igual que un cazador acecha a su presa. Donde quiera que la otee entre los árboles, disparo. Muy a menudo no doy a nada sino al aire, aunque alguna vez una pieza cae a mis pies. Al saber que la duración del consuelo no es más grande que el viento en la copa de un árbol, me apresuro a devorar a mi víctima”. Seguramente así cam

DOMINGO XXXIV. Jesucristo Rey del Universo. CICLO C (2Sam 5,1-3; Sal 121,1-5; Col1,12-20; Lc 23,35-43)

Imagen
Seguramente todos podemos hacer nuestra la escena de una vida atada por momentos a dificultades y sufrimientos sentidos como callejones sin salida. Seguramente alguno pueda reconocerse hoy mismo en esta situación. Seguramente habremos sentido que el mundo se hacía indiferente a nuestro dolor y seguía fluyendo como si nada, o nos ha molestado que siguiera con sus alegrías que experimentábamos como ofensivas estando nosotros como estábamos. Seguramente habrán salido de nuestro corazón y de nuestra boca lamentos, quejas, acusaciones, fruto de nuestra impotencia. Y, quizá hayamos encontrado un oído atento o un corazón acogedor donde descansar incluso en medio de nuestros dolores.   Por eso, no es difícil identificarse con los crucificados del evangelio de hoy. Seguramente es más difícil reconocer la presencia de Jesús unido a nuestro dolor como una promesa de vida en medio de los lazos de la muerte que nos tienen presos en esos momentos. Al terminar el año litúrgico, el evangelio nos inv

Más allá del fracaso

Imagen
Cojo una pequeña novela para mi viaje a Madrid. Lleva tiempo esperándome en la estantería, pero a mitad de camino y de lectura me aburro. No me dice nada, no entiendo el hilo argumental y me pregunto para qué seguir leyendo. Recuerdo entonces el decálogo de los derechos del lector que escribió Daniel Pennac en su obra  Como una novela . Entre otras cosas habla del derecho a saltarse páginas o a no terminar un libro. Y pienso que tiene razón. No es que crea que la lectura, como la vida, no necesite paciencia y esfuerzo para comprender y descubrir lo escondido a primera vista. Además, valoro la fidelidad en los momentos de dudas u oscuridad, pero creo que la vida como la lectura es más grande que algunas de sus opciones y algunos de sus textos, y que siempre hay nuevas oportunidades cuando se cierran fracasadas las tapas de algún libro. Me lo confirma esa presencia misteriosa que acompaña la vida y que venga de donde venga le ofrece un futuro nuevo. Referencia: Daniel Pennac,  Como una

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Mal 3,19-20a; Sal 97, 5-9; 2Tes 3,7-12; Lc 21,5-19)

Imagen
Realmente nunca sabemos del todo cuál es la densidad de nuestra fe y la cualidad de nuestro testimonio. La razón es que nuestra fe nace de los dones que nos da Dios y del don de saberlo cerca que se nos ha regalado, y no sabemos la fortaleza de esta fe en tiempos de contradicción. Quizá hemos resistido un asalto, pero la vida trae muchos, inesperados y crueles. La maravilla de nuestra vida está llena de sombras y las posibilidades del mundo están llenas de injusticias. En el libro de instrucciones de la fe está escrita la necesidad de perseverancia, una perseverancia que se nutre de la contemplación de Jesús crucificado y resucitado. La fe nos invita a celebrar y compartir con alegría los dones de la belleza y la riqueza del mundo, porque muestran lo que es y quiere Dios para nosotros. Pero esta fe no nos engaña ni nos impide vivir la tristeza que dejan en nosotros la pobreza y las miserias de nuestro mundo y nuestra vida. Lo que sí nos pide es que no desesperemos; que, en la lucha con

LA BELLEZA Y LA EVANGELIZACIÓN

Imagen
San Juan de la Cruz en su Cántico espiritual comentaba como en su itinerario de búsqueda de un Dios, que había dejado en su corazón anhelos de vida y amor, podía ver en todas las cosas algo así como un halo de belleza o esplendor que se le entregaba como un rastro verdadero de una presencia real, aunque esquiva. Decía él: “Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura;/ y, yéndolos mirando,/ con sola su figura/ vestidos los dejó de su hermosura”. Se mostraba así que, aunque el Santo parecía no haber alcanzado al Amado, ya poseía sus mismos ojos, ya su corazón estaba inundado de un amor que sabía identificar la belleza de cada cosa, como cuando Dios al ver nacer su creación afirmaba, al decir del narrador del Génesis: “Y vio que era bueno / y vio que era muy bueno”. No hay nadie que, en algún sentido no sepa reconocer algo de la belleza del mundo, de la belleza de los demás, de la belleza de sí mismo en todos los órdenes de la realidad. Y, sin embargo, quizá hayamos olvidad

Cosas empapadas de vida

Imagen
Ante la muerte de uno de sus pilotos, el director de una compañía aérea recuerda las palabras de una joven madre: “Aún no he comprendido la muerte de mi hijo. Son las pequeñas cosas las que son duras: sus vestidos con los que me encuentro, y, si me despierto durante la noche, esa ternura, ya inútil como mi leche, que me sube sin embargo al corazón”. Y le dice a su esposa: “También para esta mujer la muerte de Fabien comenzaría apenas mañana, en cada objeto, en cada acto, ya vano”. Así refleja  Antoine de Saint-Exupéry en  Vuelo nocturno  el peso de la muerte. Y es que dejamos nuestra vida impresa en nuestras cosas, en nuestras formas, en nuestras relaciones. De esta forma las cosas empapándose de nuestro ser cobran cierta vida. Por eso, en ellas, desconsolados intentamos alcanzar inútilmente a los que se han ido. Los cristianos nos reunimos alrededor de uno de estos gestos, la fracción del pan, buscando en él al Señor. Y, por momentos, ¡qué milagro!, se deja reconocer como compañía e

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (2Mc 7,1-2.9-14; Sal 16,.5-6-8-15; 2Tes 2,16-3, 5; Lc 20,27-38)

Imagen
Una de las formas de vivir el judaísmo de tiempos de Jesús, la de los saduceos, no creía en la resurrección. Les iba demasiado bien para pensar más allá de lo que disfrutaban, más allá de su poder, de su riqueza, de su prestigio. Y esto les nublaba la vista para darse cuenta de que un Dios misericordioso no podía consentir tanta injusticia y tanto sufrimiento y tanta soledad y humillación en el mundo.   Solo los que se encuentran en esta situación saben que la vida no puede ser esto. Algo en su corazón les dice que la vida debería ser algo más y que Dios no se quedará cruzado de brazos viendo abismarse en la nada a los que el mundo ha empujado a la muerte en vida. Esto es lo que sabe la madre de los hermanos macabeos torturados y ejecutados por un poder cruel. Esto es lo que saben todas las madres del mundo y la misma humanidad madre de todos, cuyo dolor clama para que se abran las puertas de la vida buena para todos. Son estas puertas las que se abrieron con la fuerza de resurrecc