Iguales
En medio de una representación de racismo estereotipado, Shakespeare en El mercader de Venecia, coloca en boca del judío Shylock un monólogo que se ha vuelto clásico y se ha tragado casi el resto de la obra.
Quejándose del trato recibido por el cristiano Antonio, dice: “Y, ¿qué razón tiene para hacer todo esto? Soy un judío. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?”.
No es extraño que algunos hayan dicho que
en este monólogo están todos los seres humanos oprimidos, y que podamos oír en
él sus voces que nos preguntas si creemos en esa fraternidad que puso en
movimiento el cristianismo y que la revolución francesa convirtió en lema de
todas las democracias.
Referencia: William Shakespeare, El mercader de Venecia. Acto III, escena I.
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