Amigos de letras

Hay libros en los que el autor se ofrece con tanta honestidad que al leerlos a uno solo le queda acoger su palabra con respeto reverencial, como una oferta de amistad que supera los límites del tiempo y del espacio. No importa si no compartimos todo lo que dice, el escritor se nos da como compañero, como consejero o como advertencia con la vida que expresan sus palabras.

Esto es lo que refleja el obispo noruego Erik Varden en su libro La explosión de la soledad en la que recoge algunos de sus compañeros en su camino hacia la fe.

De uno de ellos, el poeta Stig Dagerman, toma esta cita: “Me falta la fe, por eso no puedo ser un hombre feliz […] Acecho el consuelo igual que un cazador acecha a su presa. Donde quiera que la otee entre los árboles, disparo. Muy a menudo no doy a nada sino al aire, aunque alguna vez una pieza cae a mis pies. Al saber que la duración del consuelo no es más grande que el viento en la copa de un árbol, me apresuro a devorar a mi víctima”.

Seguramente así caminamos todos y es ahí, en esa caza que nunca termina de cobrar su presa, donde podemos ser cazados por un amor último, que es lo que le paso al obispo.


Referencia: Erik Varden, La explosión de la soledad, Monte Carmelo 2021, 32-33; Stig Dagerman, Nuestra necesidad de consuelo es insaciable, Pepitas de Calabaza 2007.

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