Cosas empapadas de vida

Ante la muerte de uno de sus pilotos, el director de una compañía aérea recuerda las palabras de una joven madre: “Aún no he comprendido la muerte de mi hijo. Son las pequeñas cosas las que son duras: sus vestidos con los que me encuentro, y, si me despierto durante la noche, esa ternura, ya inútil como mi leche, que me sube sin embargo al corazón”. Y le dice a su esposa: “También para esta mujer la muerte de Fabien comenzaría apenas mañana, en cada objeto, en cada acto, ya vano”. Así refleja Antoine de Saint-Exupéry en Vuelo nocturno el peso de la muerte.

Y es que dejamos nuestra vida impresa en nuestras cosas, en nuestras formas, en nuestras relaciones. De esta forma las cosas empapándose de nuestro ser cobran cierta vida. Por eso, en ellas, desconsolados intentamos alcanzar inútilmente a los que se han ido.

Los cristianos nos reunimos alrededor de uno de estos gestos, la fracción del pan, buscando en él al Señor. Y, por momentos, ¡qué milagro!, se deja reconocer como compañía eterna, y todo cobra en él una nueva vitalidad.


Texto: Antoine de Saint-Exupéry, Vuelo nocturno, Plaza & Janés 1984, 107.

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