EL DESIERTO EN CASA - II. Caminar juntos, a pesar de ser distintos
El paso por el desierto es una oportunidad única para reconocernos
miembros de una misma humanidad necesitada de comprensión, ayuda y esperanza; para
aprender a caminar juntos compartiendo la vida. Aunque es verdad que en el
desierto la tentación del “sálvese quien pueda” se hace más fuerte.
Venir al desierto que se nos ha metido en casa en este tiempo de cuaresma
significa preguntarnos si nos ha servido para acercarnos más a los demás o para
preocuparnos solo de nosotros mismos.
En el salmo 103 un creyente bendice al Señor que es
compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre
acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados porque se acuerda de que somos de barro.
Qué
grande si en el desierto que estamos atravesando aprendiéramos a comprender
a los demás al sentir nuestro propio barro, y finalmente pudiéramos decir juntos:
Bendigamos juntos al Señor que acompañando el camino de nuestros desiertos nos enseñó la ternura y la compasión.
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