DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A (Eclo 15, 15-20; Sal 118, 1-2.4-5.17-18.33-34; 1Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37)

La vida siempre se desarrolló en torno a manantiales o ríos. El hombre necesita agua que haga fecundos los campos y sostenga su cuerpo. El don primigenio de la vida es el agua, donde ella brota allí hay vida. De la misma manera, el don primigenio del espíritu es la ley de Dios. No le basta a Dios con entregarnos la vida, sino que la bendice orientándola con su palabra. Su ley no es un castigo, ni una imposición arbitraria, sino la escuela donde la vida se reconoce a sí misma en su grandeza. Donde se cumple su ley, allí se respira la vida.

Así fue desde el inicio, y así sigue siendo. La misericordia de Dios no se expresa como liberación de su ley, sino como ofrecimiento de una ley que, surgiendo natural de nuestro corazón, fecunda todo lo que existe a nuestro alrededor. Esto es lo que nos dice el evangelio de hoy. Si eliminamos la ley de Dios (la de Dios, no los sucedáneos que tantas veces creamos los seres humanos solo para afirmarnos a nosotros mismos) la vida se vuelve inhóspita. Por eso, Jesús afirma con claridad que hay que cumplirla hasta su última letra.

Es él mismo el que nos enseña, porque él la cumple sin estar preocupado de los mandatos, sino preocupándose de que en su vida no haya engaños y de que sea buena para todos. Y es él el que nos enseña que esta ley nace en el amor y que sin el amor del que nace se envenena y se convierte en una trampa.

Jesús no viene a enseñarnos que no pasa nada porque no se cumpla la ley que Dios busca inscribir con su Espíritu en nuestros corazones. Esto solo justificaría nuestras mediocridades y dejaría la vida presa de sus miserias. Jesús no viene solo a decir que hay misericordia, sino que la misericordia de Dios está siempre atenta para sacar a los hombres de sus engaños y pecados, y ayudarnos a vivir la verdadera vida, la que nos hace gustar el mismo paraíso.

Pidamos pues como el salmista: “Enséñame a cumplir tu ley y a guardarla de todo corazón”.



Pintura: Árbol de la vida (autor desconocido)

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