UN ALMA DE DIOS
“Madame Aubain se impacientó. ¡Cuatro días
sin noticias!
Para que se consolara con su ejemplo,
Felicidad le dijo:
- Pues yo, señora, hace seis meses que no
tengo carta…
- ¿De quién?
La criada le contestó despacio:
- Pues… de mi sobrino.
- ¡Ah, tu sobrino! –y madame Aubain se
encogió de hombros, reanudó su paseo, lo que quería decir: «¡Ni me acordaba de
él!... Además, a mí que me importa. Un grumete, un zarramplín,, ¡vaya una
cosa!... Mientras mi hija… ¡Qué ocurrencia!...».
Felicidad, aunque de crianza rústica, se indignó con la señora, luego olvidó.
Esta conversación, tomada de Un alma de Dios de Gustave Flaubert, muestra hasta qué punto el sentimiento de superioridad nos hace insensibles a los sufrimientos de los demás, que no pocas veces son mucho mayores que los nuestros. Y apunta, como todo en esta pequeña obra, al testimonio evangélico de los pequeños que, a pesar de todo, olvidan, es decir, perdonan mostrando a Dios mismo.
Texto tomado de Gustave Flaubert, Un alma de Dios, Nórdica 2022, 46-47.
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