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Mostrando entradas de marzo, 2025

Cuaresma'25: A la puerta (quinto poema)

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DOMINGO IV DEL TIEMPO DE CUARESMA. CICLO C (Jos 5,9-12; Sal 33,2-7; 2Cor 5,17-21; Lc 15,1-3.11-32)

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¿Qué pasa cuando se nos mueve Dios de sitio?   ¿De qué sitio? No importa, simplemente del sitio donde le habíamos colocado como propio, del sitio en el que creíamos que estaba y de la forma que creíamos que tenía. Esto pasa cuando hemos hecho de Dios una parte de nuestra vida, colocándole donde y en la forma en que se adapta a lo que ya somos, ya pensamos y ya hacemos; con alguna exigencia que otra, pero siempre tan envueltas en su misericordia que lo que nos pide realmente termina sin ser una exigencia real. En esta posición en la que le tenemos, lo rodeamos con sus palabras favoritas. Palabras como justicia, misericordia, padre, juez, cielos, maestro, pero todas, como decía Frank Sinatra My way , es decir, pronunciadas a nuestra manera. Pues bien, cuando se mueve Dios de sitio, lo que pasa es que quedamos desconcertados y no sabemos muy bien a qué atenernos ni cómo reaccionar. Esto es lo que sucede al hijo menor de la parábola de hoy, que llevaba su discurso preparado para un...

Cuaresma'25: Desde la higuera (cuarto poema)

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DOMINGO III DEL TIEMPO DE CUARESMA. CICLO C (Ex 3, 1-15; Sal 102, 1-11; 1Cor 10, 1-6.10-12; Lc 13, 1-9)

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He comentado algunas veces que los cristianos somos demasiado milagreros. Aunque quizá no más que los hombres y mujeres de todos los tiempos que siempre han vivido a la espera de acontecimientos sobrenaturales que pudieran afirmar su poder, su bienestar o su prestigio. Al no superar esta fase, tendemos a interpretar los gestos que hace Jesús o que describen los evangelios, como simples hechos sobrenaturales de poder en vez de como signos de una vida que se degrada o que se renueva al rechazar o acoger su persona. Porque de esto se trata. Se trata de mostrar cómo el contacto con Jesús suscita en nosotros una respuesta que despierta las fuerzas de la vida verdadera y nos hace dar frutos de vida eterna, no de vida espectacular o de ‘buena vida’.   Jesús no está para películas, Jesús quiere sacar de nosotros lo que no nos atrevemos a mirar porque preferimos una vida fácil y, además, porque desconfiamos de nosotros mismos y de nuestras posibilidades, y nos da miedo fracasar. Pero, como ...

Cuaresma'25: En la montaña (tercer poema)

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DOMINGO II DEL TIEMPO DE CUARESMA. CICLO C (Gen 15, 5-12.17-18; Sal 26, 1-14; Filp 3,17-4,1; Lc 9, 28b-36)

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No es nada extraño que los que seguimos a Jesús sintamos que su presencia es difusa, incluso cuando es natural para nuestra fe. No es extraño que, por momentos, se nos haga pequeña como presencia salvadora frente a la densidad vulgar de la vida y el peso muerto en el que a veces esta se convierte. No es extraño que su palabra se nos haga difícil de aceptar cuando nos propone atravesar el campo minado de mal que es el mundo casi a pan y agua, es decir, a fe y amor. No es extraño, entonces, que le sigamos un poco de lejos, como espectadores que no quieren participar del todo en la función hasta no ver cómo termina y si termina bien.   Y, sin embargo, tampoco es nada extraño que hayamos sentido alguna vez que su presencia se nos daba con una densidad especial, que se imponía a nosotros como más real y buena que cualquier otra cosa. Tal vez fue hace mucho tiempo o tal vez hace poco, quizá cuando el corazón se nos llenó de alegría porque éramos conscientes de recibir una bendición de su...

Cuaresma'25: Ir al desierto (segundo poema)

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DOMINGO I DEL TIEMPO DE CUARESMA. CICLO C (Dt 26, 4–10; Sal 90, 1-15; Rom 10, 8-13; Lc 4, 1-13)

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Como buenos pecadores que somos, siempre encontramos formas para esconder o relativizar nuestro pecado. Una de las más comunes es decir que nuestro pecado, en realidad, solo son pequeñas malas acciones que, además, podríamos dejar en cualquier momento, pero que en el fondo somos buenos y el Señor lo sabe. Basta, sin embargo, intentar dejar de comportarnos así para que descubramos que no solo tenemos pecados, sino que el pecado nos tiene a nosotros, y que la cosa es peor de lo que pensamos. De esto se encarga la cuaresma, si la dejamos actuar, si vamos a ese desierto donde a base de separarnos de las rutinas con el ayuno, la limosna y la meditación de la palabra de Dios, vamos descubriendo el apego a nosotros mismos, a nuestros bienes, a nuestras opiniones, a nuestras posiciones de poder o de relevancia; vamos percibiendo nuestra tendencia a mirar y pensar y sentir solo desde nuestras necesidades olvidándonos de las de los demás; vamos tomando conciencia de que Dios   nos cansa,...

CONFERENCIA: La alegría que nace de la esperanza.

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El 'homoousios' de Nicea en una sociedad sin Dios

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Cuaresma'25: Como una crisálida (primer poema).

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DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Eclo 27, 4-7; Sal 91; 1Cor 15, 54-58; Lc 6, 39-45)

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¿Cuándo acaba nuestro aprendizaje cristiano? Nunca, aunque no siempre reconocemos que la vida cristiana consiste en dejarse llevar por un evangelio cuyo Espíritu solo coincide con el Señor y nunca del todo con nosotros. No consiste, pues, en cumplir unos mandamientos o unos ritos prefijados, sino con aprender a mirar como mira Jesús, a sentir como él siente y a ofrecerse como él se ofrece a todos, es decir, a ser uno con él. Aunque lo primero sea necesario, solo lo segundo es lo esencial. Cuando el cristiano pronuncia una palabra sobre los demás se va dando cuenta, si ha entrado en esta dinámica, de que su palabra es limitada y está habitada en mayor o menor medida por justificaciones inconscientes, por enfrentamientos escondidos, por deseos impropios o inconfesables. De ahí la necesidad de hablar con pudor y de retener lo más posible los juicios sobre los que nos rodean.    Es verdad que el mal es muchas veces evidente a nuestro alrededor, lo que nos es menos evidente es qu...