Discreto compañero de camino

Dios no coincide con nada de este mundo. Nada es Dios. Nada de lo que vemos, nada de lo que tocamos, nada de lo que sentimos. Sin embargo, nada hay en el mundo donde Dios no esté presente. Nada coincide con Él y nada se sostiene sin el aliento de su llamada creadora, nada es dominado por él y nada sabe adónde dirigirse si no es a través del aliento de comunión que Él ha inscrito en núcleo más profundo de las cosas y las personas. Por eso a Dios no hay que buscarlo aquí o allí, sino hay que reconocerlo aquí y allí, en todo momento y lugar, como presencia siempre suscitadora de una vida plural y sobreabundante, alentadora de una existencia y relación de amor, como hogar acogedor donde todo busca recogerse en bajo el abrazo de su ser. Pero, ¿quién nos enseña esto? Los cristianos creemos que en un punto de la historia, que se ha convertido en principio y fin de la misma, Dios coincidió con el mundo para que los hombres supiéramos cómo nos mira y aprendiéramos a mirar y encontrarlo, para que reconociéramos sus sentimientos y aprendiéramos a sentir con el latido de su corazón, para que supiéramos que vivimos bajo el abrazo de su misericordia y aprendiéramos a tocar el mundo con esa misma compasión. Ese punto es Jesús y en él podemos reconocernos hijos y gritar Abba (Padre), tanto en la vida como en la muerte; en él podemos reconocernos hermanos y aprender, con su Espíritu, a reconciliarnos. Entonces, se verá la gloria de Dios que lo envuelve todo y todo lo hace brillar. De esta manera Dios, que no es nada de este mundo, lo será todo en todos (1 Cor 15, 28).

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA CELDA. Jornada pro orantibus - 2023

Los ángeles de la noche (cuento de Navidad)