La novela como lectura espiritual
Uno de los problemas con los
que se encuentra el cristianismo es que acostumbrado históricamente a ordenar
el mundo según su plantilla, no sabe cómo situarse ante este nuevo orden
laberíntico donde cada persona es un mundo que parece no poder complementarse
nunca del todo con el de los demás.
Ya no vivimos en una
sociedad de criterios unánimes y vidas definidas. Y ahora los cristianos y los
no cristianos nos sentimos extraños en el mundo, y no sabemos cómo colocar
demasiados sentimientos, acciones, relaciones… que están ahí aunque no queramos
o nos molesten.
Es necesario que Cristo
vuelva a abarcar toda nuestra vida, en lo mejor y en lo peor que tiene, en sus
búsquedas y en su fragmentariedad. Pero que la abarque personalmente, no
organizando la sociedad quiera o no quiera. Para esto ya no son suficientes las
prácticas devocionales que conocemos.
He aquí una práctica nueva: Entrar
en el mundo de la novela. Esto significa, en primer lugar, darnos tiempo para
mirar despacio, para prestar atención al mundo tal y como es. Es entrar y
aceptar un mundo desordenado, de seres que no están definidos por el orden de
la fe, sino por una búsqueda a tientas, por vidas a medio camino, grandezas,
mediocridades y pecados todo ello mezclado… que nos dejan ver la verdad de la
vida en estos tiempos que tanto nos cuesta aceptar, pues añoramos un orden bien
definido donde sentirnos tranquilos.
La lectura de novelas invita
a unirse a la mirada de Dios que sobrevuela el mundo amándolo con todo lo que
es y a pesar de todo. Invita a escuchar la vida de los otros tal y como es
antes de juzgar como debe de ser, invita a pararse y prestar atención (leer lo
requiere) a los detalles y matices de las cosas, cuando internet, el What’s App,
la televisión y los supermercados nos mantienen en una velocidad que no sabe
saborear la realidad.
Los hombres y mujeres de
nuestro tiempo son casi siempre como la samaritana que busca sin saberlo y con
la vida herida. Todos ellos están reflejados en las novelas. En ellos Dios
mismo nos invita a amar a todos con él y como él los ama, y a buscar caminar
con todos como él lo hace, aunque nos preguntemos muchas veces (quizá
ingenuamente) de qué puede hablar Jesús con la samaritana, y que tiene ella que
ver con nosotros, y por qué se detiene con ella sin juzgarla.
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